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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Un poco de cotidianeidad (de la columna de los lunes de MCavalieri, días difíciles si los hay, según cuenta) Por Baretta.

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Uno se levanta temprano, no por gusto, sino porque el trabajo obliga. Se lava la cara con el agua helada porque madre ha enseñado que así desaparece la cara de dormido, se toma unos mates, un par de galletitas y decide salir a la ciudad helada con el cuello del abrigo hasta los ojos, protegiendo orejas, nariz y boca, para evitarse una de esas gripes que suelen dejar el tendal por una semana, o dos.
Encara la calle juntando toda la decisión y se encuentra con la vecina que, como no tiene demasiado qué hacer, está baldeando la vereda sin tener en cuenta que el agua se transforma en hielo a esa hora y las baldosas se convierten en una peligrosa pista de patinaje obligado y encima hay que aguantarse su cara de bronca porque uno le pasa justo en ese momento.
“¿Por dónde voy a pasar?” dan ganas de decirle “si la calle es un desastre de autos”
Con dificultad se llega hasta la parada de colectivos, porque parece que toda la cuadra se ha puesto de acuerdo para lavar veredas, se consulta el reloj y la tranquilidad llega, aún es temprano, no hay apuro.
Pasa uno, otro y otro colectivo más, ninguno para, todos van repletos de gente con las caras aburridas de rutina y frío. Ya uno se empieza a impacientar, no es tan temprano como antes, pero todavía le queda la esperanza de que llegue otro colectivo vacío. Llega, claro, y pasa a toda velocidad porque parece que venía rezagado y el chofer se hace el que no ve y ya no queda más remedio que parar un taxi.
“Buenos días” se saluda a un “tachero” con cara de perro enojado, que no contesta el saludo y se queda a la espera de la dirección.
Finalmente llegamos al laburo con cinco minutos de demora, que nos vendrán descontados en el recibo de sueldo el próximo mes. Al entrar a la oficina nos lleva por delante el escobillón del señor de la limpieza que parece que hoy no está en sus mejores días, no se escucha un “perdón” ni un “disculpe” por el contrario nos mira esperando que sea uno el que diga “lo siento”, y uno lo dice para no crear discordias.
Ya frente al mostrador destapa el cartelito de “Atención al público” y comienza la jornada con una sonrisa que la mayoría recibe de mala manera, aprovechando cualquier motivo para protestar y desahogarse “porque el gobierno esto”, “tendríamos que haber ganado ese partido de fútbol” y “este frío de porquería”
Se termina el horario sin haber recibido un “gracias” por más que se haya afanado en cumplir con cosas que no corresponden, por el solo hecho de hacerle la vida (o el trámite) más fácil a los demás. Y no sólo eso, además hay que aguantarse las miradas de odio de los compañeros de trabajo que uno, con sus ganas de brindar, ha hecho quedar como unos papanatas.
Se llega a casa con la idea del fracaso cotidiano y con la certeza de que “buenos días”, “hasta luego”, “gracias”, “disculpe” y la paciencia entera, sólo son recuerdos de una educación antigua que ya no tiene vigencia en estos tiempos.


Texto agregado el 07-06-2004, y leído por 293 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
07-06-2004 Hay que insistir, de vez en cuando alguien te pregunta como va la vida o te suelta de sopetón un buenos días con sonrisa y se convence uno de que ha merecido la pena el esfuerzo. Por cierto, que por mas que lo pienso que no me veo al Sr, Baretta detras del cartel de atención al público... Saludos. nomecreona
07-06-2004 ¡ que pequeño es el mundo, aquí es igual !, el mundo está encabronado... barrasus
07-06-2004 ¡Vaya abismo que has cruzado! islero
07-06-2004 Narras con exquisitez. De la rutina...belleza. Vua abismo que has cruzado. Gracias por el texto. Máximo islero
07-06-2004 No importa ,poco a poco irás encontrando acólitos de los buenos días, del disculpe, del por favor. Hay que seguir en la brecha para"educar al soberano" sino estaremos perdidos. Excelente narración. NINIVE
07-06-2004 qué sensación tan familiar la de pensar que a una la educaron de más cuando pide perdón por estar ahí parada cuando un señor de mediana edad le mete el codo en las costillas y gruñe malencarado... un gran saludo, y gracias devolverme a la lectura, de forma breve, fresquita y amena... rnahimla
07-06-2004 Muy real y cotidiana actitud generalizada en este mundo en que los problemas de cada uno no dan paso a la gentileza y cortesía. Todos estamos ensimismados en nosotros mismos sin pensar que la persona que tenemos por delante y hace su trabajo con eficiencia y simpatía también está inmersa en el mismo tráfico. Valoro tu esfuerzo y valoro esa inalcanzable ya, cortesía. Aunque mi trabajo se desarrolla en otro rubro, la situación es la misma, generalmente la persona que recibe a su clientela es generalmente la piedra de tope de una mal despertar, de un mal rato, de un desagrado. No había tenido la oprtunidad de leer tu columna, pero hoy aquí es feriado, y me la devoré. Exacta, puntual, bien escrita y un tema que da para leerlo con mucha dedicación, es lo nuestro, es lo ahora, te felicito y mis estrellas para la" verdad " que desglosas con mucha claridad y simpatía. Ignacia
07-06-2004 Gran comentario sobre una rutina cotidiana archiconocida, que se va viviendo vívidamente a través de la narración exacta y sin adjetivación, los hechos solos van hablando. Sonrisas, y "gracias" a Baretta, por el texto, al despedirse (y esquivando a ese escobillón insistente...). albertoccarles
 
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