La primavera, avasalladora,
tan fémina en sus refajos,
asomó su enagua florida,
se vino en andas de una brisa,
y desnudó su fragancia,
los hombres se encabritaron,
acudieron en son de conquista,
no hay mujer que no se envanezca,
cuando un macho la piropea,
la primavera desnuda,
flameó su pudor al viento,
la esperma de los rosedales,
fecundó su vulva aromada.
Pero hay muchos seres que sufren
y del frío hacen su templo,
no hay dolor que no se parezca
a una noche de borrasca,
por tanto, arribada la china
con sus aires de doncella,
abrió de par en par sus postigos
desnudando aquellos tormentos,
un viejo, empapado de silencios,
ocultó su gastado rostro,
aquel otro,
sofocando sus suspiros,
y deslumbrado por los colores,
huyó a lo más profundo de un bosque
y allí se entregó de nuevo
a su agridulce melancolía,
pero, la niña,
pequeña flor en ciernes,
enamorada sin esperanza
de un chicuelo arrogante,
sintió que la primavera,
la apuntaba con su dedo florido,
creyó que ella se burlaba,
que los trinos de las aves
repetían en sordina
una carcajada traviesa,
abiertas de par en par,
las indolentes puertas del sol,
despojada de sus sombras,
la chica tomó una cuerda
y la ató a su cuello herido,
la primavera nada dijo,
es demasiado vanidosa,
ahora a la niña la velan
en la capilla cercana,
un rayo de sol furtivo
iluminó su faz dormida,
el mundo sigue girando
y la primavera, ignorante,
seduce a cristianos y moros…
|