De prestigio a desprestigio
Quizás la religión y la magia, como ciencias, sean comparables por el efecto que causan en las personas.
Antiguamente, el motor utilizado para el correcto funcionamiento de dichas materias, era la fe y ésta fluía cautivando por completo hasta al más incrédulo de los observadores, logrando que el misterio y la duda se apoderara de ellos.
Mártires y magos ejecutaban con mucho esfuerzo su acto, empeñándose afanosamente en complacer a la sedienta muchedumbre. Algunas veces se dejaban golpear, otras aparecían y desaparecían, hacían mutar la forma y estado de las cosas, y en algunas ocasiones derramaban más de alguna gota de sangre, para hacer del espectáculo algo aún más llamativo. Con esto la gente observaba atónita los acontecimientos, depositando su ilusión y confianza maravillados.
El tiempo ha transcurrido y aunque estas ciencias sigan aun vigentes, en la actualidad la cosa es muy distinta. Algo se rompió a través de él. Muy claro queda que este no pasa en vano y que incluso los actos son capaces de envejecer de igual manera que nosotros.
La televisión y los medios se han encargado de DESPRESTIGIAR a lo que el PRESTIGIO se refiere. “Los misterios han sido revelados”, informados, reporteados, mutados, cambiados, tergiversados. Hasta los mejores trucos parecen ahora algo burdo. Ya no quedan personas capaces de sortear la “avidez humana”. El escepticismo se ha transformado en respuesta moderna a lo que en temas de fe se trataba.
Mártires y magos reciben la misma adjetivización ahora; charlatanes por igual.
Algunos piensan que “el velo del pasado bañaba de un color especial las cosas, haciéndolas parecer hermosas y brillantes”. Yo en cambio soy una fiel creyente de que no hay que llorar sobre la leche derramada. El lema ahora es: “Sin espectadores la victimización desaparece”. He ahí el nuevo truco, el prestigio.
|