Un lugar cerca de ti (Capítulo 3)
Habían transcurrido cerca de dos horas de accidentado camino cuando la vieja camioneta llegó al final del viaje. Maravillada, Patricia descendió del vehículo que crujía en sus entrañas por el esfuerzo al que fue sometido.
Ante la fachada de piedra de la vieja casona no pudo evitar una exclamación.
--¡waw! Se ve mucho mejor de lo que imaginaba...
Aquella sólida estructura reflejaba la época cuando las locomotoras a vapor iban y venían por las montañas, cruzaban los desiertos jalando relucientes vagones con finos caballeros y elegantes damas a bordo.
De gruesas paredes y un hall de grandes dimensiones, románticas farolas de hierro, así como rejas cubriendo las ventanas. En el interior, invadido por la maleza, la ventanilla de boletaje parecía esperar el paso de los viajeros, mientras las bancas de listones de madera resistían a la polilla queriendo mantenerse al pié del cañón. Uno de los cubículos conservaba un letrero a lo alto de la entrada:
Barbería
En los patios, bajo enorme tanque de agua, herrumbroso armón pedía a gritos que alguien accionara su balancín para volver a rodar sobre las vías que conservaban su paralelismo, firmemente sostenidas sobre sólidos durmientes de madera. Corría la última década del siglo XIX cuando aquella estación vivió su esplendor.
Fue aquella estación ferroviaria, punto obligado para el reabastecimiento de los trenes, lo que daba vida al poblado de San Gabriel el Alto. Allí todos pertenecían a la familia ferrocarrilera, allí habitaba el limpiabotas, el vendedor de diarios, el barbero y el cargador que complementaban los servicios para el viajero. Pero un día partió por última vez la ruidosa locomotora Baldwin, construida en 1870, y así comenzó la decadencia de aquella pintoresca comunidad.
Sentada en el andén de duelas de madera, Bertha observó paciente durante casi tres horas a Patricia, quien entraba y salía, iba y venía con sus cámaras colgando del cuello. Buscaba en lo alto, o tirada en el suelo, el mejor ángulo para captar la esencia de la imagen. Trepó con agilidad y mucho valor por la escalera de hierro para alcanzar el tanque de agua en busca de una vista panorámica. Contemplaba y tomaba notas.
Por fin parecía satisfecha con el trabajo realizado y fue guardando en una maleta el equipo que utilizó.
--Disculpa la tardanza, estarás más que aburrida.
--¿Aburrida? Jamás podría aburrirme contemplando a alguien realizar su trabajo con tanta pasión.
--La verdad es que sí, me meto mucho en mi trabajo, no quisiera perder detalle, y es que el sitio es tan hermoso, tiene tantos ángulos... Valdría la pena su restauración, como museo devolvería la vida a la comunidad.
--Yo nací aquí, en este poblado, mis abuelos fueron ferrocarrileros, pero a mis padres no les quedó otra que emigrar en busca de trabajo. Nada me complacería más que ver a mi pueblo resurgir en torno a la estación. De verdad ¿crees que alguna revista se interese en publicar algo sobre este sitio tan viejo?
--Mira, esto que estoy haciendo es parte de un sueño por el que mi padre trabajó toda su vida, al morir lo dejó inconcluso, entonces, sus hijas tomamos la decisión de terminarlo. Dejó una larga lista de sitios como este que pensaba visitar para incluir en una guía para el viajero de aventura, por eso supe de este lugar, por eso estoy aquí, y la guía la publicaremos tal como la pensó mi padre, luego vendrá la gente y comenzarán las presiones para que el gobierno se ocupe de rescatar el sitio.
--Con el hecho de que vengan los viajeros sería suficiente para que los pobladores obtengan algún beneficio, podrían vender alimentos, dar hospedaje... Eso es muy bueno.
Pues avísales que se vayan preparando, porque la gente vendrá, eso no lo dudes...
De nuevo en el camino, mientras la camioneta crujía entre los baches, Bertha recordó algo.
--¿Entre los sitios que tienes por visitar no estará la mina abandonada?
--¿Hay una mina abandonada por aquí?
--Si la hay, está a unos 20 kilómetros del pueblo, dicen que tiene más de cien años y creo que podría ser tan interesante como la estación. De echo, cuentan que el cierre de la mina fue la causa de que dejara de venir el ferrocarril, así que están muy vinculadas la mina y la estación.
--Oye, eso es estupendo, tener dos sitios interesantes tan cercanos siempre atrae a más viajeros de aventura. ¿Me vas a llevar a conocerla?
--Claro que sí, podríamos ir mañana muy temprano, el sitio es más accesible que este, de manera que regresaríamos a tiempo para que vaya a mi trabajo en el restaurante.
--Bueno, está hecho...
--¡Oh! Acabo de recordar que mañana es día de limpieza general en el motel, así que me desocuparía muy tarde.
--No importa, si quieres lo posponemos un día. Me gusta el pueblo, estará bien prolongar mi estancia.
--¿De verdad no importa?
--Pero claro que no, así aprovecho para ordenar mis notas y enviaría por Internet las fotos que hice. El trabajo no se suspende.
Al día siguiente, en su tranquila habitación del motel Patricia terminaba de enviar sus fotografías y notas, vía Internet, hasta el sitio donde concentraba todo el material para la guía en ciernes. Terminado el trabajo abrió messenger para distraerse un rato antes de salir a comer.
Consultaba su correo cuando llegó el aviso:
Aurora acaba de iniciar sesión
No tardó nada en abrir la ventana de diálogo.
--Patricia, no has contestado a ninguno de mis mensajes
--¿Qué quieres Aurora? ¿No entiendes que deseo seguir sola? Se acabó, déjame en paz...
--¿Te molesta que te busque? Ok, pues a mí no me importa, tendrás que acostumbrarte, porque te voy a seguir los pasos, vayas donde vayas estaré yo, porque de mí no te deshaces con tanta facilidad, Nos veremos las caras antes de lo que imaginas.
Perturbada por la amenaza, Patricia llevó el cursor hasta cerrar sesión y de manera precipitada accionó el “click”. Apagó su laptop y salió a comer.
En el restaurante buscaba a Bertha, era su hora de trabajo pero no la veía atendiendo las mesas. Se acercó otra empleada.
--¿Quiere ordenar?
--Sí, tráigame una hamburguesa con queso, patatas fritas, una Coca Cola... Creo que es todo.
--Enseguida le sirvo.
--Oiga, una pregunta ¿Bertha está trabajando?
--Sí está, sólo que tuvo que salir un momento a su casa, un pequeño accidente, derramó la salsa sobre su uniforme y se fue a cambiar, no debe tardar.
--Ok, gracias, esperaré.
Terminaba su hamburguesa cuando entró Bertha, sin duda lucía uniforme recién planchado.
--Hola Patricia ¿todo bien?
--Hola Bertha, ya me enteré sobre el pequeño accidente con la salsa.
--Lo extraño sería que no lo supieras, aquí las noticias corren como reguero de pólvora. Mira, en el pueblo ya se preguntan quién es la bella mujer del descapotable deportivo que se hospeda en el motel.
--Bueno, pues podrás contarles todo. Pero dime ¿hay aquí algo que hacer para divertirse en las noches?
--Está el bar, podrás beber una copa, jugar al billar, el tiro al blanco, y si alguno de los rancheros se anima hasta te sacarían a bailar.
--No suena mal, pero...
--Pero qué...
--Que si ahora no te vas a ofrecer para guiarme.
--¡Ah vaya! Comenzaba a pensar que algo estaría mal, pues claro, si me esperas un par de horas que termine aquí...
--Está bien, ayer tú me esperaste más tiempo.
--Te traeré un café y una rebanada de pastel para que la espera sea menos tediosa.
Estaban por sonar las diez de la noche, iban por la tercera copa, el ambiente en el lugar se encontraba en su apogeo. Patricia preguntó.
--Dime una cosa ¿aquí verían mal si dos mujeres bailaran?
--Lo único que te puedo decir es que no tendría inconveniente en investigarlo...
--Pues adelante, porque no pienso seguir sentada toda la noche mientras los hombres nos miran con insistencia, pero no se animan a pedirnos una pieza.
--Se inhiben ante tu presencia, te digo que todos están muy intrigados, no es común que gente como tú venga por aquí, y menos siendo mujer que viaja sola.
--Lo que estarán hablando de ti por estar en mi compañía...
--De mí siempre hablan, siempre tienen algo que decir, la mitad son inventos, producto de su imaginación o por despecho, la otra mitad son sólo suposiciones.
El grupo de músicos interpretaba un soul, quedaban únicamente dos parejas en el local, además de las dos mujeres. Bailaban siguiendo la música con sus cuerpos muy pegados.
Bertha levantó la cara que descansaba sobre el hombro de Patricia, encontró su mirada, Después de unos instantes, buscó con sus labios los labios de Patricia, quien después de una duda, volteó hacia otro lado cuando el contacto estaba a punto de producirse.
--Disculpa, no debi hacerlo –dijo Bertha apartándose de Patricia.
--No, descuida, no pasa nada, sólo que no estoy preparada.
--Creo que es hora de retirarnos.
--Bien, sí, creo que si...
Aún confundida por lo que había ocurrido, Patricia entró a su habitación, encendió la luz y grande fue su sorpresa al descubrir que alguien había estado allí, que alguien había revuelto todas sus cosas, todo estaba regado sobre la cama, en el suelo, pero lo más extraño era que parecía no faltar nada, sus cámaras, dinero, reloj, todo lo de valor estaba allí, entonces, quien entró no lo hizo para robar.
Continuará la próxima semana
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