Ya no te extraño,
y de tanto no extrañarte,
el mar se me ha vuelto mudo,
el cielo ya es azul
y peudo oír los pájaros anunciando la lluvia.
La música que era mía
y que de tanto escucharla me la habías robado,
me la encontré sin querer
en el cajón ciego donde estuvo tu ropa.
Pero mi conciencia reclama,
no está tranquila,
porque hurté de mis oídos la música que era tuya,
y ahora es mía,
y el juez de lo intangible me giño un ojo
y golpeó sobre la mesa del tiempo con un martillo de madera.
Es cierto,
ya no te extraño,
solo tengo recuerdos de tu risa,
esa que hicimos juntos a la orilla del mar,
soñando que éramos brisa y golondrína,
agua y hombre,
libertad y tiempo.
De verdad ya no te extraño,
pero te recuerdo,
y lo haré por siempre,
así como un viejo recuerda su infancia. |