Lo noto en el aire, sé que me miras con ojos de devorarme, con ganas de romper el silencio, o de que rompa yo con el protocolo que me infringe el cargo, sé que me miras y contienes la respiración si paso cerca tuyo, tu abdomen se contrae, tu espalda de crispa, y tus mejillas te delatan porque cambias la mirada.
Sé que me miras ausente de todo cuanto digo, que esperas te busque por un breve espacio en el sonido de mi voz que te arrulla, que muerdes un poco tus labios queriendo confundirlos con los míos. Te cuesta decirme las cosas más comunes, tu barrera te impide mostrar la debilidad que recorre tus piernas, pero lo sé todo de cierto, tu olor te ha vulnerado.
Huelo en el aire el anhelo flotando desde tu asiento, siento tus manos nerviosas y húmedas como las puertas que guardas para mi antojo, esperando derribe las quimeras para convertirlas en tangibles caricias realidades. Es aún demasiado pronto, no es el tiempo, cómplice de nuestro encuentro solitario.
Saberte descubierta nunca fue tan añorado, soy sólo una parte del antojo postergado, es hora de que elijas si seguir mintiéndote no me deseas, para seguir caminando, anda y cuando vayas de vuelta no olvides pasar por mi mirada, que descubierta te seguirá esperando, en este espacio reservado para los dulces antojos cotidianos.
Fantasía que un buen día tuvimos creo que todos, platónicamente enamorados de nuestros guías más lejanos, nuestros maestros.
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