Ahí estaban, bajo un árbol, el y ella, ella y el, la lluvia mojaba sus caras de ansiedad, frustración y deseo.
Las cosas eran simples, claras, pero ella parecía indicar lo contrario, tenía miedo, lo sabia, pero no podía con esto, era más fuerte que ella. El quería tenerla en sus brazos, acariciarla, besarla, ¡si! Besarla, era lo mejor que podía suceder, era recordar un pasado desgarrador, un pasado en donde solo eran dos.
El tuvo la oportunidad de sentir sus latidos alguna vez, en un abrazo sin fin, profundo, lacónico, en que solo cabían las esperanzas de una confusión que podía haberse llamado amor.
Seguía la lluvia, mojando sus caras, sus cuerpos carcomidos por la nostalgia de ser, si, la lluvia seguía ahí, seguían los dos ahí, en el mismo lugar, el destino los había juntado, había hecho suyo el lugar donde solo eran dos.
Intento explicar, que no era mas, que no podía mas, un dolor sublime, pero perfecto a la vez, que se apoderaba de ella solo con una mirada, con un cruce de miradas que llenaban su corazón del dolor y la pasión que alguna vez pudo sentir, de tanto verlo, tantas ilusiones, tantas promesas, tantos besos, tantas caricias, en un solo ser, una parte decía que podía, pero la otra no, no la dejaba, pero resistirse a esa mirada…
Miradas inquietas, sombras fugaces, deseos que deseaban al otro, el aire se sentía tenso, se podía palpar, pero una extraña e inquietante fuerza los mantenía ahí, unidos, juntos...
¿Juntos? Hablaron, acercaban sus dedos como queriendo tocarse, pero sabia que no podían. -¡No No No!- Grito ella cuando trato de besarla – no puedo- dijo ella, aun con el corazón en la boca.
- No puedes pero quieres- respondió el, el trovador de su corazón, el caballero de sus sueños. Y sabia que eso era lo que realmente pasaba, pero eso, y los kilómetros que los separaban eran el ingrediente de tan fría distancia.
De pronto, como si las estrellas lo hubiesen planeado todo, se acercaron aquellos dos soñadores, el y ella, y en un solo abrazo sintieron todo y sintieron nada. Sintieron que entre ellos podía nacer, existir algo, como en eses momento no pudiese existir nada, y podían seguir sus caminos como si no se hubiesen conocido jamás, como si el destino no hubiese querido jugar a ser cupido aquella calida noche de verano, como si nada de lo que paso aquella noche de verano hubiese ocurrido.
La expectación de lo que iba a suceder, los latidos en sincronía, la lluvia perversamente mojando sus caras y reviviendo las ilusiones, crearon en ella la sensación de que algo faltaba, un dulce final o una agraz despedida… Pero no, la luna, escondida, apareció en el cielo para ser su más fiel testigo.
El la apretó con mas fuerza, con mas cariño, con mas pasión queriendo fundirla en aquel abrazo, acerco sus labios a su cara, pero solo deposito un suave y tierno beso en su frente, luego de eso solo existía entre ellos una mirada, que añoraba los tiempos pasados juntos, antes de partir.
- ¿Sabes lo que significa un beso en la frente?- pregunto el
Ella no respondió – queriendo saber la respuesta.
- Seguridad- dijo el.
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