No he podido hablar contigo, simplemente no puedo. Si en mi mano estuviera me encerraría a llorar, a dejar salir la desolación que poco a poco me va ahogando. Y no puedo. Incluso aquí debo tener una máscara y es que no quiero dar explicaciones, sentir la opresión. No quiero negar, pero no puedo dejar de hacerlo. Estoy segura de que no me comprendes y es por eso por lo que no puedo hablar contigo, hoy no. Sé que ni siquiera estarás pensando en esto, sé que estarás tan a gusto preparando el viaje de mañana. Y yo ya no puedo hablar contigo. Hoy no.

Es esa negación la que más asusta (me conozco tan poco como a cualquiera) y yo... yo soy menos que eso. Esta lloviendo dentro de mi habitación y las flores dibujadas en la colcha no se contentan con el nuevo rocío, es lluvia amarga la que recorre los campos que surcan la distancia entre los ojos y los labios. Es el dolor que escapa de los adentros, que colma mi capacidad de sentimiento, porque ayer estaba mal y hoy se levanta sobre las cenizas del ayer. Pero no te has dado cuenta, nadie se da cuenta.

Para mayor desconsuelo las personas juzgan sin conocer y creen que te haces la interesante porque antes de una conferencia (en tu soledad)lees un libro encuadernado en la típica portada de Cátedra negra, con la foto de una antigua máscara maya. Ellos qué saben, qué sabrá nadie que un libro es para mí el escucho que me ayuda a luchar contra ellos mismos. Y lo comentan cerca de ti, para que percibas su sonido y quede el recuerdo de sus palabras en la retina de tu mente. Qué fácil es subestimar, qué fácil dañar al alma.

Porque ahora mis ojos se tornan negros como la portada y sigo leyendo, pero no es igual. Aquel maya me sume ahora en la oscuridad y me atrapan sus ojos sin dibujo y me absorbe el arco orpimido de sus cejas. He desaparecido, pero no importa, nadie se dio cuenta. Qué más da. Porque me he vuelto oscuridad entre la ciega iluminación de la sala. No importa, qué más da. Ocultaré mi rostro, volveré al primitivo estado acuoso del que tal vez nunca debí salir. No sabes cuan sola me siento. Y no puedo hablar contigo, no quieres hablar conmigo.

Y sé que no piensas en esto. "No olvides olvidar estos versos" es el título de la conferencia que va a impartir el docto personaje del que ya ni recuerdo el nombre. ¿Qué hago? Hoy la compañía sólo fue la soledad individual. Y como ayer, esto no se pasará con un sueño. Ni siquiera confío en poder soñar, en que pueda dormir. Porque ayer no lo hice, llevo prácticamente dos días sin dormir, pero tú eso no lo sabes. A tu pesar demasiado ocupada para pensar en asuntos intrascendentes, no. Prepara tu viaje. Cuidado con el coche. Cuídate.

No me extrañes, demasiado ajena para ello. Seguiré sin dormir, seguiré sin existir y... da igual lo que diga, porque estas letras se las llevará el mínimo suspiro del infeliz, la leve brisa de cualquier porvenir (no del mío) y yo, yo seguiré aquí. Qué más hacer. Nada. No importa. Sólo esperar.

Ser negada, evitar ser pensada, intentar ser invisible porque el hoy es negro y a mí me tragó una escultura maya. Más allá de todos, de todo... Solamente yo.