Todos los muertos son buenos,
que duda cabe de eso,
autorizo por lo tanto
a que no mientan conmigo,
no soy bueno,
difícil será que cambie
antes que la parca se vislumbre,
no digan que fui un alma blanca,
demasiadas manchones la jalonan,
no mientan diciendo que fui honesto,
soy capaz de trampear a la muerte.

Cuando contemplen mi faz
deslavada a través del cristal,
sólo vean al difunto que vivió
para ser nada más que un triste muerto.

No quiero tumbas portentosas
ni epitafios elocuentes,
prefiero la tierra yerma
para que arrase con mis huesos,
ni cánticos, ni discursos,
ni plañideras de oficio,
siléncienme en mi destierro,
que la noche caiga repentina
como losa que rasga el cielo,
después de la última paletada
hablen mal de mí todo lo que quieran…