La voz dulce del juguetón dios,
tiñe de verde las hojas de mis flores,
humedece con su mañanero rocío,
la tempestad exquisita de los colores.
De los olores,
de los sabores,
los transforma,
los macera y los diluye,
para hacerlos explotar en un vientre,
como un niño,
como un llanto primogénito,
como un despertar libre,
como un nacer con conciencia,
como la luz de un disparo,
como la risa de un rescate,
como la resurrección,
como una inexistente crucifixión,
como un desahogo marino,
como un aire submarino,
como el último brillo de una mirada,
como alma satisfecha,
como cuerpo descansado,
como tu cuerpo,
como tus labios,
como tu voz.
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