Mal Augurio

De cuando en cuando le parece a Javiera que por ahí o por acá afloran oscuras premoniciones de lo que será la vida cuando se enferme crónicamente de adultez (destino inexorable si se cuenta con salud). Es entonces cuando recuerda eso de “Alicia va en el coche, carolín / A ver a su papá, carolín cacao leolao... ” ¿Es que los papás de Alicia están separados? Y Javiera termina considerando que le van haciendo la idea, desde que está en el jardín, de que el martirimonio no es para toda la vida...
Otras veces, las veces más terribles, se encuentra con eso de “Arroz con leche, me quiero casar / con una señorita de Portugal / que sepa coser / que sepa bordar...” y la ira se le desborda hasta por la tiroides, ¡machismo! ¡Machismo! : ¡Ah, no! Eso-sí-que-no.
El día de la sopa fue, (aciago día para ella) que su hermanito cantaba: “Caballito blanco, llévame de aquí / llévame a mi pueblo, donde yo nací...” y Javiera ya comenzaba a entrever la voz de algún exiliado por extrañas razones, cuando escuchó “tengo, tengo, tengo / tú no tienes nada / tengo tres ovejas / en una cabaña...” y Javiera llega al punto de masa crítica, como si ya le estuvieran enseñando el sucio rodar de las monedas.
De resultas que siempre termina entre azorada y enfurecida con la funesta muestra promocional del futuro que son las cancioncillas, y se refugia en el televisor. Se le acerca, lo enciende... ¿y qué ve? Batman, un millonario que rehúsa a salir con una rubia perfecta y en cambio se dedica a pasear por la ciudad durante las noches con una mallita y con un “amigo” que usa medias. Así no se puede...