Suena el timbre, vibra el teléfono, sigo en la cama, tendido como confundiéndome con las cobijas. Es tiempo de levantar, de partir algo más lejos que a la oficina, pero no puedo largar, no me quedan ganas de extrañarme. Aunque pudiera no sé si quiero hacer algo diferente, ahora tengo demasiado sueño....

Si acaso pudiera, podría... Ser otro yo, como el que buscas, como aquel que se ha marchado ya, como si fuere la vez primera y las manos me sudaran de sólo pensarte. Pero no puedo ser ya lo que antes era, he cambiado y envejecido demasiado como para pretender que no pasa nada.

Leo de antigüos encuentros prematuros, se sombras y sueños, da ganas de alcanzar algo, de quimeras en vidrio verde, de almohadas enchidas de suspiros robados, de llanto y sueños rotos, de ganas de besar otros labios, pero yo no poseo ya nada de eso, he muerto hace tanto y tantas veces que soy el caudal vacío, otoño perdido en el tiempo de inviernos cortos.

La burla me acompaña preguntando cosas absurdas, y me cuestiono yo al respecto de quién se intresaría en algo como lo que ahora soy... las voces callan cuando la razón aparece, sólo en eso me he convertido después de tanto dedicarme a perfeccionar el intelecto, después de tanto divagar.

Al paso que voy, me habré adelantado a los muertos, pero no importa demasiado, porque no quedan restos de humanidad, el asco es tan profundo y permanente que me repudio de sobremanera, serán las cosas vanales que me rodean de pudredumbre las que me han contaminado al grado de no importarme seguir despierto, soñando, muriendo, tal vez sea tiempo de ya nunca despertar...