Aún cuando no faltanban más de cinco minutos para que me fusilaran, no había sentido miedo ni nada parecido. Las cosas habían cambiado tanto en los últimos tiempos, y para mi infortunio se habían alejado de tal modo de mis ideales, que el ritmo veloz de los acontecimientos terminó por hacerme sentir por completo excluído del mundo.

Me sacaron al patio apenas comenzó a aclarar, no sin antes producir una larga y tensa discusión con los gendarmes, que insistían en sacarme engrillado, mientras yo refutaba con el modo más enérgico que eso no era necesario, pues yo aceptaba la condena, y por supuesto que después de la larga discusión me sacaron engrillado igual. Y sólo hasta que el pelotón de fusilamiento se ordenó frente a mi, a unos seis metros de distancia, pude recuperar un hilito de lo que sería mi última relación con el mundo. Medité muchas cosas en pocos segundos. Así que a pesar de que ya en la práctica había muerto, se me antojó hablarle al teniente a cargo de los fusileros, por otra cosa fundamental para mi :

-Teniente -le dije - sepa que no necesita vendarme la vista.

El teniente me miró del mismo modo severo que lo hacía al pelotón de fusileros, mientras cada uno de ellos acomodaba las balas en la recámara de las carabinas, ajenos por completo a mi problema.

Bueno - dijo -.

No supe el significado de ese "bueno", porque no pareció ni un sí ni un no, sino que nada más que un recurso dilatorio. En todo caso, debo confesar, no la encontré para nada una respuesta digna para un condenado a muerte.

-Teniente - le repliqué - aquí me tienen y no me han explicado bien los motivos para mi condena. Es decir, ustedes, señores, no logran convencerme del todo...¿ tendría usted la gentileza de hacerlo?

El oficial no cambió la expresión, pero vino hacia mí con algo de desgano, claro, y por fin se detuvo más o menos un metro delante mio.

Dicen que eres influyente en otros paìses, - me dijo con entera convicción - y antipatriota en el tuyo , es decir, en el nuestro. Eres un grave estorbo para el progreso de nuestro pueblo...no haces más que cacarear...tu discurdo es dañino...no sirves, y seis balas es el premio para un antipatria...¿ Cómo la ves ?

¿Ah, sí ? - dije, por jorobar no más, pues como ya dije, en mi fuero interno ya había aceptado mi condena - ¿ Y quién define qué es ser patriota ? ...Me parece un término muy subjetivo para utilizarlos para asuntos de naturaleza política . Progreso... ¿Qué es progreso? ¿Quién lo decide?

El oficial no se inmutó. Pasó revista al pelotón, revisó una por una las carabinas, y hasta el brillo de los bototos de los fusileros. Luego fue hasta el flanco donde estaba flameando la bandera nacional: le hizo un saludo marcial. Luego, con resolución se acercó a la tarima donde se hallaban las autoridades, y vi cómo saludaba al Señor Obispo de la Santa Diósesis, al ministro de defensa nacional y al general en jefe, antes de volver hasta donde yo estaba, tras tan honorable desfile de personalidades, que de paso comento que hoy por hoy siguen en sus puestos, al menos en sus méritos, y no como yo, que soy un muerto de mierda.

- Apunten - gritó a los fusileros.

Y se puso nuevamente a un metro delante mío en medio del tronar metálico de las armas.

Ahora -me dijo- adivina quién decide...

Todos ustedes -le contesté - Pensé que podría haber al menos un grito a mi favor por ahí...nada. Resignado, pero al menos ya sin ninguna duda, agregé:

- De cualquier modo, por favor no me tapen la vista.