Ese niño se revolcaba entre sus sucias sabanas, en su húmedo cucurucho, sus prismáticos ojitos tristes brotaban lagrimas secas, porque su pequeño cuerpo no tenia ni para producir eso, su llanto era profundo, desconsolado, y en sus manitas llevada una cajita de fósforos, la guardaba nervioso, como quien ha descubierto que perdió un tesoro, su única compañera había muerto, su luciérnaga. Quería regalarle el don de volverla a la vida, decirle algo que lo calmara, le ofrecí cualquier regalo de mi alquería, pero nada lo que le ofrecía el lo quería.. seguia abrazando su amiga fallecida.