Una carta y una flor, un amor que superó al tiempo y la distancia.

Amor de mi vida, se que estás pasando por un mal momento. Tardé unos días en contestar, debido al impacto que causó en mi, enterarme de lo sucedido.
La lejanía me impide estar a tu lado en este momento para asistirte y darte amparo en este trance. Como siempre te contesto a través de una carta, solo así puedo enviarte un ramillete de florcitas azules, las que tanto amamos, parecidas a aquellas que recogíamos en nuestras caminatas por el campo, cuando aun éramos niños.
Recostados junto al arroyo, las esparcía entre tus pechos recién asomados, pasaba mis labios por tu cuerpo, lamía tus mas íntimos secretos, acariciaba tu cara, besando tus ojos entrecerrados. Tus uñas clavadas en mi espalda, y mi boca ahogando tus gemidos.
Mordí fuerte tus labios, hasta sangrarlos, cuando me recibiste dentro tuyo, en lo más profundo de tu ser descubrimos juntos el secreto de la vida, nos convertimos en hombre y vos mujer.
Recostado entre tus brazos, acaricié tus pelos dorados como los trigales de nuestra pampa, juntos vimos los últimos resplandores del sol al atardecer. El cielo enrojeció y se reflejaba entre tus piernas y el espejo del arroyo.
Tal vez no sea esta la oportunidad de hablarte de estas cosas, seguramente que no, pero se que me lo sabrás disculpar. No soy irrespetuoso, pero sí egoísta y sin límites cuando se trata de las cosas que mas amo. Ni siquiera me siento culpable por los deslices de mi pensamiento. En cuanto al castigo, solo me caben los de la tierra, y de esos, sufrí y sufro lo suficiente al no poder abrazarte cada día.
Nunca supe resignarme, hubiera dado la vida por poder hacerlo, pero no me fue posible. Solo puedo asegurarte de que jamás ansíe la muerte de tu esposo, al fin y al cabo, no era un impedimento a nuestro amor....nada ni nadie pudo separarnos, siempre me sentí a tu lado.
Cada reencuentro reafirmaba nuestro amor, la vida hace estas travesuras. Transcurrieron los años y no hace falta buscar culpables.
Estoy contando los días que faltan para tu retorno. Te tengo reservada una sorpresa, sé que va a ser de tu agrado. Voy a proponerte algo que te va a sorprender: recostados junto al arroyo de nuestra infancia, voy a acariciar tus pelos dorados como los trigales de nuestra pampa. Como aquella vez, vamos a adormecernos con los últimos resplandores del sol al atardecer.
Andre, laplume.