El fluorescente parpadea histéricamente. Las ojeras del insomnio de las pisadas de ayer. Las sillas del salón de espera... Siempre el salón de espera. ¿A qué esperamos? A que arreglen el maldito fluorescente. Hay una barra de hierro en mi columna. Me paraliza. Me cansa. Mis manos no alcanzan tu fluorescente silla. Mis pies no han dormido en semanas. ¿Puedes ver sus ojeras? Yo tampoco: mi columna está paralizada. Los átomos de mi piel atizan mi consciencia. No quiero hablar de hadas. Tan solo derretir mi hierro Y desplegar tu silla...
Texto agregado el 19-09-2009, y leído por 171 visitantes. (8 votos)