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Piedra recogía de pequeño para la construcción de la casa de mis padres, dudo de que este recuerdo sea mío, mi madre lo dijo tantas veces que me veo con una latita de piedrecitas para llenar el molde de las que días después se convertirían en paredes de concreto armado, así se le decía en esa época.

Camino a la escuela Canadá nos detuvimos en el Parque Central, convocados por un árbol de dátil, para lanzar piedras a sus frutos, una rebotó golpeando a mi hermano menor en la cabeza, y dejando una protuberancia para no poder esconder el golpe y soportar la reprimenda, después de aclarar como sucedió.

Una pedrada rompió una luz trasera de un Jeep, en la guerra de piedras Villa Majega, versus Los Tiburones, y ante la captura de Mando, que se escondía bajo la cama de Tana, nos hizo parar a todos al destacamento policial, donde escuche la voz del Capitán Mejía, alias Tres Botones, “Y este menudo” refiriéndose a nosotros que no pasábamos de diez a doce años, temeroso pues se comentaba que este policía tenia fama de subírsele a los presos en la barriga y bailarle un merengue muy de moda conocido por su estribillo “que yo bailo el pompo”. El caso no paso de una travesura de adolescentes que les costó a nuestros padres reparar el daño, pagando la luz rota del Jeep.

La piedra del chivo, la conocí con mis hermanas y acompañados por mi tía Lina. En Fundación de Peravia. Esta tiene su propia historia un tanto impersonal que en otro momento contaré. Y apropósitos de grandes piedras que sobresalían del río donde aprendimos a tirar saltos que llamábamos pancadas en sus profundos charcos, de nuestra época de mozalbetes. Otras colocadas para cruzar sin mojarnos los pies, camino al otro lado por los lugares donde las aguas eran menos profundas. La que no puedo olvidar en mi andanza de pescador furtivo, en la regola que cruzaba el camino hacia Peravia, por el portón de la finca de Silvilio Cruz, por la mordedura que me propinó una jaiba al encontrar mis manos oteando en su cueva,.

Piedras tiraba Rafelín, (río) cuando la Compañía de Electricidad, dejaba sin energía eléctrica el sector; lanzadas desde el patio de su casa en los predios del río. Las que venían de este a oeste eran de él aunque fueran tiradas por otros, con las mismas rebeldías, o por puro desorden.

Las que en el liceo, servían para mantener a ralla a la policía, a la defensiva de sus bombas lacrimógenas, en los momentos más críticos. En ocasiones se nos permitía la palabra, para justificar el Estado democrático, y nosotros decíamos actuar “con razón, ventaja y sin sobre pasarnos” hoy se levanta la bandera de la razón y el no sobrepasarse, esto lo tuvimos. La ventaja, ayer no lo sabíamos, siempre está en duda.

Julio y yo, al caer la tarde, hacíamos saltar piedras chatas sobre las aguas de la playa Los Corbanitos, junto a dos amigas que se paseaban recogiendo las más hermosas conchas de ostras, y acercándose a la zona del manglar.

Las piedras de un metal plateado que me regaló Isis, para que no la olvidara.

Una piedra sostenía la puerta del salón, que por distracción o temor a ser descubierta ella tocó con sus piernas, en el instante que tocaron la puerta, previo a una reunión, y a punto nos delata entre juegos amorosos. Y la que sentíamos en el techo de zinc de la casa, arrojadas por el hermano de mi novia, que irrumpía el tierno sonido de la llovía, por sospechar que su hermana y yo, hacíamos el amor.

Texto agregado el 19-09-2009, y leído por 137 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-09-2009 Muy buen escrito, excelente narración.Me gustó leerte. susana-del-rosal
 
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