La Llegada
La tarde se proclamaba fría la noche, los arboles comenzaban ha admirar sus bellas hojas cubiertas con los últimos rayos de sol.
El temor de llegar la noche encerrado entre puertas duras de infinitas cotos que sin duda eran para molestar lo poco y nada de lo dulce que podía sentirse allí.
A los pies de la cama sobresalían cada figura las con que jugaba pensando que tenían una mirada para el, reía simulando su pensamiento sabiendo aun que no podía contenerse.
El temor era una especie de sufrimiento aunque no debería serlo por su vocación no debería ni si quiera preocuparse de ello sabe que no debe juzgarse a si mismo, tampoco debe creer que es un ser adonis en toda característica seguramente su cabeza era administrada por un ser pérfido quien vio en su corazón de un hombre puro e inmaculado.
Ya el cielo convertido en una mezcla claro oscura salió hacia el baldaquín donde estaba la efigie de San Francisco.
Arrodillado cerro sus ojos con las manos intactas pidió perdón explotando su tristeza hacia el mismo sus lagrimas caían era la primera vez que le pasaba algo semejante.
Se fue a la cama echando los maderos en la llama que sacudía las cenizas.
Ya de madrugada se levanto renovado lleno de nuevas expectativas a sus obras.
Se fue directo a su bufete para escribir una carta a su padre:
Estimado Padre:
"Ruego disculparme por la actitud que tuve hacia usted en esa noche creo que el cansancio me había invadido y recorrí ha duras palabras la cuales no se merecía usted ni nadie.
Me siento feliz en la nueva zona que me ha sido mandada por mis pontífices se que es una dura tarea por eso me la han dado a mi y por aquello doy gracias.
Ahora me iré ya son las 08:00, me esperan mis parroquianos."
Con apego, su hijo
Paolo Felipe Gieco.
Pego la estampilla completando las últimas cosas que le quedaban por hacer.
La puerta sonó en juego de golpes "Disculpe "se escucho bajito desde adentro.
Pase-con la mirada atónita miro Paolo al obispo Choperth quien venia acompañado por una dama.
Que bueno que lo encuentro mire le presento a la Srta. Emily Colmer.-Dijo Choperth levantando a Paolo de su escritorio.
Mucho gusto Srta.Colmer- ofreciéndole la mano en señal de respeto.
La Srta. Presente estará por algunos meses por aquí y necesita de nuestra ayuda-dijo Choperth observando la carta en la mesa.
Si Sr obispo no seré pertinaz en su petición ni menos voy a preguntar el porque del asunto de la Srta. Estaré con mis manos abiertas para ayudar al prójimo ese es mi deber-reafirmo Paolo marchándose haciendo una señal de reverencia.
Paolo miro el reloj en la plaza, frotó su boina negra cruzando la calle directo a la basílica.
La mañana estuvo tranquila casi la perfección ya que no faltan los que salen y entrar a cada momento.
Las 12:00 exacta termino, su apetito le daba a demostrar que ya era hora de irse a almorzar.
Golpeo la puerta de entrada, la asesora de la casa abrió preguntándole quien era esa dama que pretendía quedarse.
Paolo había olvidado absolutamente la petición del obispo Choperth.
Se sentó a la mesa y la mujer le sirvió un plato caliente de sopa inclino la cabeza dando gracias.
De la escalera se escuchaba venir vestía ridículamente su pantalón casi ya gastado le daba un toque de granjera, su chaleco parecía un árbol de navidad, su pelo castaño enroscado parecía de una joven pudiente sus manos la relataban que había trabajado duramente en su infancia.
¿Srta.…cuanto me dijo?-dijo Paolo en sentido que ella hablara.
Después del sorbo ella respondió mirando el techo lo cual Paolo presto atención hacia sus ojos.
Emily Colmer-respondió ella con tono seguro.
Paolo grabo ese nombre comparando con la primera vez que ve una mujer como tal.
¿A que se debe la visita a Escapola si es un pueblo tan apático?-pregunto Paolo terminando su sopa a la vez desmigando el pan.
Creo que usted dijo al obispo que no preguntaría aquello-respondió fugazmente Emily
Ah si claro no me haga que lo pregunte entonces...me intriga-respondió vivazmente Paolo.
Sr Gieco no se disimulé que lo sabrá el obispo tampoco le hará saber. Más si usted quiere puede preguntar cual es mi oficio.-dijo Emily buscando en su mente la palabra correcta para pararse de la mesa, el vicio del tabaco la tenia desenfrenada.
Eh ¿a que se dedica usted Emily?-Respondió Paolo echándose una migaja en la boca.
Emily le respondió un disculpe ¿puedo salir a tomar aire?
Pero…aire si puede vaya-Respondió Paolo preocupado de la conducta de Emily.
Emily saco un cigarrillo tras la puerta miro la calle húmeda y vacía el frio sometía a una fuerte emoción por encerrarse a dormir.
La puerta se abrió, Paolo tosió por el humo del cigarrillo.
Emily sonrió a la perspectiva que el no la viera.
Srta. Colmer veo que ha estado un poco nerviosa o preocupada…-Dijo Paolo sorprendiendo a Emily.
-¿Qué le hace pensar que estoy preocupada?-respondió Emily dando una exhalada.
Su rostro me da a demostrar eso, creo no estar equivocado-Respondió Paolo.
Si lo esta. ¿Ahora en que momento pensó aquello?-Dijo Emily
En ninguno, ahora me voy tranquilo, disculpe ahora la dejare con su cigarrillo-respondió Paolo agregando un Hasta Luego.
Por la noche Paolo ya cansado fue a recorrer los últimos rincones de la casa, realizo sus oraciones ya ha termino se fue directo a la cama.
Afuera el viento soplaba como muchas veces dando un temblor a la parte alta de la casa, los cables del alumbrado emitían un sonido aterrador ni siquiera los perros hambrientos se atreverían a salir en busca de alimento.
Paolo acomodaba su blanco pantalón de pijama cuando sintió un ruido que procedía de la parte exterior de las rendijas, sin temor asomo entre las cortinas del gran ventanal de su habitación; vio una silueta inclinada hacia un árbol de tal forma que parecía parte de el.
Paolo salió enrollado en un chaleco de gran anchura, teniendo cuidado con el barro grito: ¿Quién esta ahí?-agarrando sus talones que se deslizaban por sus botas.
El rostro de Paolo cambio cuando escucho una vocecilla conocida.
-¿Qué hace afuera Sr Paolo?-Resulto ser Emily que vestía con unas botas blancas de goma y una chaqueta que le cubría hasta los pies.
Ah era usted que susto me ha dado creí que era uno de esos mendigos que vienen a refugiarse-Respondió Paolo estirando su chaleco hacia atrás.
Emily se acerco tratando de no caer al suelo por el barro escurridizo.
-Sabe Sr Paolo me temo que no podre seguir así-dijo Emily con voz alteradora
-¿Qué ha dicho usted? ¿Acaso quiere decirme algo y teme decirlo?-Respondió Paolo alarmada mente.
Emily sostuvo su pensamiento que hacia reportar que Paolo insiste en saber cual era la tarea de por que ella estaba ahí. Cobijando su rostro entre el cuello de la chaqueta le respondió-no se alarme tanto si solo le decía por las botas que me tienen los pies casi húmedos.
Paolo estiro su pierna hacia un tronco hizo una expresión de enojo, a la vez de sospecha.
Antes que usted llegara Srta. Emily había llovido mucho, el suelo todavía esta húmedo y ya ve todavía queda barro-Respondió Paolo invitando a Emily a pasar a la casa.
Paolo le tomo con una mano la parte superior del hombro de Emily esforzando su cuello a protegerse del gran viento que entraba por la puerta abierta.
Emily apuro el paso desdoblando la alfombra carmín del suelo, Paolo le corrigió el paso.
Buenas noches Sr. Paolo-dijo Emily sin dar el rostro.
Buenas noches Srta. Emily, por la mañana nos encontraremos-respondió Paolo
No, me levantare de madrugada creo que no los veremos tengo trabajo a las afueras del pueblo-contesto Emily agitando sus cabellos que flotaban alrededor de sus ojos.
Paolo espero las otras palabras pero el silencio le acuso que debía irse ya. Emily subió las escaleras fugazmente sin meter ningún ruido.
Por la mañana el gran ventanal traía consigo un bello sol que hacia contraste con las hermosas flores que colgaban de las rendijas. Paolo se levanto con la condición que iría donde el obispo para que le aclarara el asunto tan escondido que tenia Emily y por ello Paolo se sentía menos ya que el es el que la observa al igual que no podía seguir hablando algo sin que ella no respondería francamente.
-¿Qué cosa tan oculta es? Si ella no habla creo que hasta me podría mentir-se dijo entre si Paolo mientras veía a la ama de llaves llegar.
Padre Paolo ¿tengo que asear también la habitación de la Srta. Colmer?-dijo la asesora de la casa.
Si vaya aunque creo que la dejo con llave-Respondió Paolo.
La asesora en un par de segundos bajo y subió la escalera.
-Si esta cerrada ahora que recuerdo yo misma le pase la llave-dijo la asesora con tono agitado.
Paolo sin sorprenderse abrió la puerta de entrada arreglo su boina y salió.
Ya siendo las 07:25 Paolo aviso a la Sra. de la casa parroquial que necesitaba hablar con el obispo ella le dijo que todavía no llegaba.
¿Lo puedo esperar en su oficina?-dijo Paolo tramando por donde debería empezar a buscar información de Emily.
Si claro pase Padre-Respondió la Sra. dando una reverencia.
Paolo entro a la oficina que emanaba un olor a humedad de tablas viejas que resonaban a cada pisada, envuelto en otro olor a naftalina que al acercarse a la biblioteca gigante era repúgnate, un gato gris asomaba su peluda cara entre las carpetas viejas.
Primero empezaría por los cajones del escritorio y terminaría en las partes de atrás de la biblioteca.
Si es algo muy oculto ¿estaría donde? Piensa Paolo donde esconderías algo así…-se decía Paolo caminando a puntas de talón.
Abrió unos cajones que no tenían nada, otros tenían migas de pan y pelos de gato.
Le quedaba por ultimo la biblioteca, busco agitadamente entre hojas y tapas.
Paolo avivo su oído afuera se sentía venir alguien acompañado.
Se sentó calmadamente dando vueltas su boina y para relajarse se dijo-Paolo a tus décadas como se te ocurre hacer semejante cosa…
Todavía no entraban los que hablaban fuertemente, Paolo se inclino hacia la puerta mientras sus rodillas sonaban dolorosamente .Vio a Emily que vestía una chaqueta de cuerina negra con jeans negros y unos zapatos de gran grosor, el obispo quería dar el paso pero Emily trazaba la pasada con el movimiento de sus manos.
Paolo sin emitir ruido estiro su cuello hacia la puerta para escuchar la conversación.
El barro no me permitió caminar mas allá-dijo Emily dirigiéndose hacia obispo.
No se preocupe Srta. Colmer ya se secara y tendrá un buen trabajo-respondió el obispo dando una sonrisa animada.
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Algún día lo terminare. |