¿Cosas de Dios?, ¿del destino?
¿razones de un dios menor?,
¿mi carta astral, quizá?,
no lo sé, más, creo, le debo
al pago que hice a la tierra
ése amanecer de tierra hirviente,
y derrotas sucesivas.
Le recé a mis ancestros,
a los secretos que crucifico,
y rocié humedad de lava tibia,
sobre mi ropa extendida,
y, luego, caminé, sólo caminé
hasta encontrarte.
Me hallaba desperdigado,
inconcluso, estropeado,
agravios que di,
penas incrustadas,
palizas que me dieron,
era poco humano, entonces,
carcomido por mis bordes,
lisiado de mis lados.
Así apareciste, cáliz de espinela,
tallo de obsidiana, callada, ausente,
escondida en la soledad
que vivía en tu morada,
lejana, como una fosa mariana,
cálida como el origen de la vida.
Juntamos miradas,
para ver unidos el camino,
quietos, interrogando
con similar entonación,
percibiendo afinidades,
que entendimos pronto,
eran sonidos nuestros,
cuando te hablé de hogar,
soledades compartidas,
lechos desnudos,
sonreíste, cerrando tu mirada.
Delicado camino, madera casta,
escarpada ladera, arena hirviente,
clavel turmalina,
complicado el cruce de tus hielos
y la conversión de mi biografía,
en historia primogénita,
hiciste que dejara días fatigados
y futuro incierto,
por sólida sierra madre.
Contemplo ahora el tiempo,
tenemos aún de lluvias y arideces,
las higueras crecen,
el amor retoña, mira, inquieta,
y me vuelvo a preguntar
por los dioses que unen
a seres distantes,
no poseo respuesta,
no lo entiendo, o, poco, muy poco,
más cuando recuerdo
que hace algunos años,
alguien que leía destinos,
me dejó tus señales, perfiles,
líneas de tu mano,
nombre, geografía, nacimiento.
No lo sabes, nunca te lo dije,
incrédulo navegante,
quise, terco, destruir profecía,
la sabiduría del infinito
y me resistí a comparar,
los sueños con mis suelas
andariegas y ahuecadas,
lo oculté para mí,
hasta el mediodía
que reconocí tu acento,
mi tierra, música,
idioma materno.
No es este un buen poema,
así lo siento, ¡qué le hacemos!
con frecuencia el amor
se expresa así, con trazos deleznables,
poca sincronía, aturdido,
desnudo de belleza,
no me incomoda,
son mis trazos a mano alzada,
con la pasión que me envuelve,
con los filos que me asisten.
No me leas mal, si me lees,
tómame imperfecto,
recógeme en orfandad,
cobíjame en tu senos ciertos,
así, húmedo, silente,
con amor entre mis flores.
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