Aun así le esperaba…soñaba que le esperaba y quizás fantaseaba.
Los dedos le nombraban y el suelo le recordaba; todo flotaba mientras devoraba a mordiscos lo que quedaba, pero le esperaba…para que? No le importaba, solo esperaba.
La noche avanzaba y continuaba ahí sentada, sumergida en la nada, aferrada a lo que pasara; las palabras sobraban cuando lo único que necesitaba era que no doliera, que la piel fuera como él, ajena, distante, tan...tan cruel.
Todo dormía, como intentando no padecer, no existir…pero la pared le oprimía, le asfixiaba; quizás era su fin y la guitarra susurraba.
Duro lo que tuvo que durar y fue su inspiración, su tango, su ranchera, su gran adiós regalado de a poquitos…arrancado de los dientes, pero un adiós que envenena, que acaba con la razón. La verdad le esperaba, por alguna estupida razón dibuja su silueta tras la sombra arrugada de la cortina y le hablaba, le despilfarraba amor, amor de ese que no duele, de ese que duerme bajo el calor de la piel cansada…simplemente amor.