El beso intenso:
Tus manos apenas me rozan al pasar por mi cuerpo tenso, se paran en la cintura asiéndola con firmeza, tu aliento lo siento en mi mejilla fría. Cierro los ojos sin querer verte, el deseo es demasiado intenso para poder ignorarlo, no nos deja. La pasión te traga, me besas y me besas. Me besas hasta deshacerme los labios, hasta dejarme sin boca, hasta ser toda tu.

El beso dulce:
Me coges la mano, clavando tus ojos intensamente en mi. Te acercas con tiento hasta pararte a solo un centímetro de mi boca. Bajas los párpados mirándome fijamente los labios y con mucha lentitud te diriges a ellos. Los besas de forma suave, dulce, como queriendo parar el tiempo.

El beso efímero:
Nos despedimos como siempre, adiós, adiós. Me voy. Te vuelves inesperadamente, me llamas, deshaces los pasos andados y me dejas caer un beso tan intenso como breve. Marcado, como los toros bravíos, me lo dejas, era fuego y no deseo.

El beso no dado:
Ese beso que no se da, que siempre queda en la boca cerrada sin atreverse a salir. Beso huérfano, solo, encerrado, sin calor, que pasa del rojo al blanco como se pasa del ayer al hoy, porque ya ha quedado olvidado y no se puede volver atrás.

El beso ansiado:
Me tiembla todo el cuerpo, mis piernas no son capaces de sostenerme, son inestables. El corazón latiendo con tal intensidad que parece huir de mi cuerpo para meterse en el tuyo. Mi vientre bailando en deseo se convulsiona. Apenas escucho, la música se va apagando y solo te veo a ti. Tus manos fuertes en mi cintura, las mías reposando sobre tus hombros. Unos cuerpos que apenas se rozan sin decir nada, solo esperando el leve toque que haga la dicha estremecer el cielo bajar a la tierra. Mientras dura el momento previo, la desesperación se hace con los dos, un beso que lleve a todo. Simplemente un beso.