1
La transpiración de todo mi cuerpo se refleja en mi cara y en el sudor de mis manos, pero mi compromiso aun es fuerte, confío en Dios y en mis compañeros de aventura, mientras extiendo la reserva de pasaje que hice por vía Internet a la línea aérea.
- ¿Su destino? Me pregunta la señorita del mesón
- Miami.
- Listo señor Hallabi, puerta numero cinco, dándome una bienvenida con una sonrisa.
Con el pasaje en la mano y un maletín con mis pertenencias, me dirijo al mesón de registro.
- Señor pase por favor por ese portal para verificación de policía internacional.
Lo hago pero casi temblando, mientras oro en silencio para pedir la fuerza a Dios.
Habíamos quedado de acuerdo que nada de metales, así que el paso por ese portal fue seguro pues no sonó ninguna alarma. Nos habíamos deshecho hasta de las llaves de los autos y de nuestras habitaciones, además de quemar todo papel comprometedor.
Paso la manga de embarque. Sentado mientras una suave musiquilla llenaba el ambiente pulcro de la cabina del avión; mira a los demás pasajeros. Ancianos, mujeres con chiquillos, parejas que se acomodaban con un poco de nerviosismo. Cerro los ojos y oro en silencio mientras se le agolpaban los pensamientos en su cabeza. ¿Estará bien lo que hago? ¿Estaré en el cielo en unos momentos más? Eso me dijo mi guía. ¿Pero será cierto? Cerró su mente y se abstrajo en sus pensamientos.
2
Mary An, con la rutina reflejada en su rostro iba en ascensor subiendo hasta el piso sesenta. Había tenido que hacer un trasbordo en el piso treinta, ya que no subían los ascensores directos hasta los pisos superiores que terminaban en el piso 102 de ese enorme edificio. Hoy se sentía como si tuviera un pálpito, un no se que, que la tenía inquieta.
Jack , su marido le dijo:
- Vamos carita de ángel, a la noche te prometo un paseo por el centro. Te
Invito a que pasemos a comer donde unas pastas donde el italiano.
Gracias cariño me hace falta, hoy amanecí con la mente en otro lado, como si estuviera desconectada de la realidad. Bueno nos vemos y se dieron un tierno abrazo.
El rápido ascensor le encogía el estómago y mirando de reojo a sus compañeros de viaje, había notado caras de preocupación. ¿Sería de disgusto? Hoy no había parloteo en el viaje de subida.
Lo llamaría al llegar a la oficina para decirle que lo amaba, aun era hora de que estuviera en casa, su curso en la universidad era más tarde, y recién son las 07:55 horas de este día 11 de Septiembre. Ciudad Nueva York…Uf. Resoplo, este día recién comienza.
3
Mona, con su elegante uniforme de aero moza iba taconeando rápido, arrastrando su pequeña maletita con ruedas, conversando animadamente con su compañera de vuelo.
- Mañana a esta hora estaremos en Miami ¿Esta vez llevas ropa más ligera?
- Si le contesta Doris, ¿Te acuerdas que nos paso el año pasado? La risa casi las hizo trastabillar. En el viaje se encontraron con los pilotos y el sobrecargo.
Iban chismoseando sobre las desventuras de los jefes, que se quedaban en tierra cada día más amargados.
- ¿Te acuerdas de la cara del bigotudo de nuestro jefe de vuelo Cuando nos destinaron a ese vuelo a Panamá? Dijo Tom, el sobrecargo,
- todos rieron mientras entraban al sector de ingreso de las tripulaciones.
Todos volvieron la cabeza para ver el despliegue inusual de elementos de seguridad en el aeropuerto.
Lo demás ya es historia, mucho más larga y mucho más dolorosa. Termino de escribir este relato; eran ya como las 12,30 horas de la noche y el frío me engarrotaba los miembros, cuando siento a mis espaldas movimientos. ¿Pero que será? Mi esposa yace dormida y yo estoy en el escritorio.
4
Siento un golpecito en el hombro, dándome vuelta me encuentro con personas que no conozco, pero, pero quizás sí. De momento no comprendo como esta ocurriendo esto.
Enfrente mío esta un hombre joven, pálido, de cabellera oscura y mirada dura que me observa sin decir palabra.
A su lado esta una hermosa rubia muy joven, diría de unos 25 años, con carita de susto que me señala con su dedito.
Dos bellas mujeres no tan jóvenes como la rubiecita, y tienen cara de pocos amigos. Me dirigen la mirada con cierto reproche.
A su lado están dos hombres jóvenes y uno de más edad, con sus uniformes de pilotos.
Todos me dicen al unísono:
- ¿No crees que te falto algo? ¿Qué hay de las personas que estaban en el avión?
- ¿Y los otros pasajeros de los demás aviones? ¿Y los miles que murieron
- en las torres y el pentágono?
- Acuérdate que fueron 3 aviones. No solo uno. Y además un 4to. Que se desplomó al suelo
El hombre pálido me mira y dice:
- Yo tuve la culpa. Yo tuve la culpa, pero tú te olvidaste de mis compañeros y
- del porque lo hicimos. Explícalo. Me debes esa explicación.
La cara bonita me interpeló atropelladamente mientras corrían sus lágrimas por las mejillas:
- ¿Y los que quedamos atrapados en las torres? Si hasta había bomberos,
- más de 1.500 de ellos murieron, los pasajeros y tripulantes y además esta el Pentágono. ¿Qué me dice a eso?
Esperen, esperen, yo solo soy el relator de este relato.
Hubiera querido hacerlo más completo, más extenso, pero tantas veces se ha dicho y escrito lo mismo, que no deseo caer, en la repetición para salvarme.
Mucho lamento no poder hacerlo, pero en compensación les ofrezco escucharlos y mi comprensión. Ahora ustedes díganme porque están aquí y no donde supongo que deberían estarlo.
Después de una larga conversación con lujo de detalles, quedo al tanto de lo ocurrido.
Tomo el teléfono y llamo al autor de este escrito y seguro el autor llamara a la CIA, para echarle la culpa.
Nomade: Es vergonzoso que en nombre de Dios se hagan tamañas barbaridades. |