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Por el cuadro atravesado de la ventana, miro el pedazo de cielo oscurecido y viene a mi memoria el inicio de Mazurca para dos muertos: “Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida...” La raya del monte también aquí se ha borrado desde hace tiempo. Y desde ayer, otro horizonte, mi horizonte: Carmen.

Las gotas golpean el cristal con una insistencia borrosa, como en una novela de personajes desleídos. Las formas, los hombres, los paisajes, el agua todo lo altera y entremezcla. Mis sentidos caminan al compás de ese splash resbaladizo, se deslizan por un tobogán sin final, un final que antes era Carmen. Ya no: no puede. Sus ojos miran ciegos hacia una esquina del salón, como comprobando si hay telarañas. Siempre le gustó la limpieza.

Enciendo un cigarrillo. Aspiro la primera bocanada hasta que los pulmones se me quejan. Hincho los carrillos con el humo, le veto sus ansias de volar hacia el techo hasta que las narices me traicionan en mi particular dictadura y lo liberan. Abandono el Marlboro sobre el cenicero y me entretengo en verlo deshacerse en su muerte gris de cenizas. Así fueron mis cuatro últimos años con Carmen: el lento consumirse de un fuego sin llama. Cuarenta y ocho meses con sus mil cuatrocientos cincuenta y siete días. Resulta cuando menos curioso el afán matemático que ha demostrado el destino. Exactamente cuatro años desde que empezamos a caer.

En realidad, no podría asegurar que esto sea así; quizás antes, no sé. Pero tantas veces salió a relucir ese día en nuestros posteriores navajazos dialécticos que llegamos a creer oficialmente que entonces fue el momento. Al menos, nunca le había cruzado la cara antes. Luego sí, luego ya me acostumbré... y ella también.

Tengo que plantearme qué hacer con el cuerpo. Me da tanta pereza... Quizá lo mejor sea llamar a la policía. O suicidarme. Qué más da si ya estoy muerto. Nunca más mi Carmen, mi adorada Carmen. ¿Por qué tuvo que provocarme? ¿Tantas ganas tenías de morir, malnacida?

No me importó lo de Juan, de verdad. No fue eso. Lo cierto es que hasta me alegré: ya no me podría echar en cara mis devaneos. Quizá un poco que fuera Juan. Al fin y al cabo es mi hermano, ¿no? Pero lo que me sacó de quicio es que alardeara de su traición. Ni una sombra de mala conciencia, sino que presumía. Hasta yo no podía escapar de cierto arrepentimiento después de cada una de mis aventuras. Por lo menos trataba de ocultarlo, no me solazaba en restregárselas por la cara.

Alguna vez fuimos felices, de eso estoy seguro. Los recuerdos no engañan. ¿O sí? No. De novios vivimos esa dicha adolescente fabricada a base de futuros. Luego también cuando nos dieron las llaves de la casa, cuando nació Sara, cuando se casó... Bueno, ahí más Carmen que yo, lo reconozco, pero sí que hubo tiempos mejores. Muchos otros ya los he olvidado, tanto pesan estos cuatro últimos años, estos años de reproches, indiferencias y disimulos.

Me pregunto cuándo dejaría de tener orgasmos ella. Probablemente poco antes de que yo dejase de disfrutar de los míos. Aún puedo sentir su cuerpo de piel más tersa y joven, sus pechos como peras duras, el estremecimiento que le hacía gritar y deformaba su cara hasta el ridículo morboso. La pasión es una fruta de temporada: si no la devoras al momento, se la comen los gusanos de la costumbre. De cualquier forma, desaparece. Hasta hace unos meses proseguimos la mentira de un sexo rutinario. Al final, nos dimos cuenta de que es menos viscoso dormir.

Enciendo la radio. Suena la versión de Siniestro Total del Sweet Home Alabama: “Miña terra galega, donde el cielo es siempre gris...” Tengo que reírme. Me río. He decidido suicidarme, es la más cómoda de las tres opciones.

Texto agregado el 19-04-2003, y leído por 542 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
10-02-2004 Gusto es para mi leerte vlado un abrazo ruben sendero
10-02-2004 Muy bueno, Vlado, como todo lo que escribes. Ya ves, estoy deseando que escribas algo mal, para pillarte. ( es broma ). margarita-zamudio
20-04-2003 Me quedé extrañamente triste, qué bien escribes, ladino¡¡¡ un saludo rnahimla
19-04-2003 Este relato es increible. Es extremadamente poético ademas de muy bien narrado. El final esta muy bien definida en la ironía. Es hermoso. Por cierto en Bs.As. esta lloviendo igual que en tu relato. Un saludo nikita
19-04-2003 Está muy bueno, Vlado, me quedo en esta frase, aunque hay varias buenas: " La pasión es una fruta de temporada: si no la devoras al momento, se la comen los gusanos de la costumbre", un saludo, Ana C. AnaCecilia
 
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