Él estaba oculto en las penumbras del local; en el segundo piso, al fondo, por donde las ventanas habían cerrado la vista. Ahí, él se sentía cubierto y a la vez desprotegido.
Los arcos del lugar finalizaban en el último rincón. Miraba la taza de café mientras agitaba con nerviosismo la lapicera. Su vista estaba perdida en la densa espuma de café que iba desapareciendo al igual que el sutil humo que despedía.
Sobre la mesa un papel de boceto, tamaño oficio, en donde estaba dibujando algo que desde mi perspectiva no podía ver, de color azul.
Paso un tiempo, hasta que se aproximaron a él dos individuos de idéntica vestimenta, salvo que la de él parecía desgastada.
Los demás bebían cerveza que habían traído escondidas dentro de sus mochilas. Él seguía con su taza de café que a esta altura ya estaría fría; suponiendo, claro, que los dos saquitos de azúcar hayan acaramelado el café…
Terminando ya su dibujo, bebía su café sorbo a sorbo mientras examinaba su obra. Sus amigos hablaban de cosas sin sentido para mí, o, simplemente sobre cosas que habían sucedido entre ellos.
Una ves finalizada la observación levanto la mirada chocando con la mía y sin hablar me dijo: “Eres una de nosotros”.
Sentí un escalofrió que me recorrió todo el cuerpo. La moza se interpuso entre las dos mesas preguntándome si quería mas café yo le negué con la cabeza y se fue junto con ellos.