”Si pudiera traer un fruto del paraíso, este ciertamente sería un higo”
Zamakkscher – Erudito del Coran.
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LA RECETA
Ingredientes para 04 personas
• 4 Trozos de carne de chivo debidamente serenados
• 6 cucharadas de aceite.
• 2 cebollas grandes.
• 1 vaso de chicha de jora peruana.
• Sal.
• Pimienta fresca.
• 10 higos
La cocina peruana singular expresión de la identidad cultural Síntesis de un pasado legendario -en el que el alimento y la divinidad no podían desvincularse- y la fusión a la que debió someterse con el paso del tiempo, la cocina peruana de hoy lleva en su esencia el sello de nuestras creencias, sentimientos y la esperanza del porvenir. Se trata de un fuerte componente cultural que ya está en camino a ser reconocido por el mundo entero.
Originalidad, variedad, aroma, textura y sabor. Esas son algunas de las razones por las que la cocina peruana es reconocida como una de las mejores expresiones gastronómicas del mundo.
“EL APERITIVO”
En el huerto de la iglesia “Santo Nazareno en el Sion” en el pueblo de Morropon, al norte del Perú, hay un árbol de higos muy antaño que permanece de pié por varias generaciones. Bajo sus anchas hojas han guarecido especialmente una lápida rajada, mohosa, antigua, en cuyo mármol desgastado lleva grabado toscamente la figura de un macho cabrío el cual, es considerado por muchos como un animal infernal, comiendo de los jugosos frutos de una higuera. La inscripción bajo estas borrosas imágenes pareciera haberse hecho a golpe de cincel, el cual dice:
“AQUÍ YACE EL FRAYLE SANTIAGO DEL OBISPO
QUE COCINÓ LA CARNE DE CHIVO
CON LOS FRUTOS DEL ÁRBOL DE DIOS
EN EL MISMÍSIMO INFIERNO
QUE AHORA ESTÉ SIRVIENDO EN LA GRAN MESA
DEL SEÑOR”
1826 – 1859”
“EL ENTREMÉS”
La boca de nuestros viejos historiadores peruanos dicen que el primer árbol que sembró el conquistador español Francisco Pizarro fue un árbol de higo, pero lo que es no verificable es que los sacerdotes españoles católicos cuando construían una iglesia siempre sembraban una higuera. Esto fue asimilado por muchos pueblos perdidos de los andes que lo empezaron a llamar “El árbol de Dios” dándole fama que dicha higuera ahuyentaba a los malos espíritus y a traía la buena fortuna. Pero los españoles también trajeron a “La mascota del diablo”; el macho cabrío, que en el Perú lo llamamos “Chivo”. Su carne no es apreciada por muchos motivos y en especial por que se le asocia a los personajes del infierno y por el gran parecido con la cara del mismo diablo. Pero como el hambre aprieta y el filo del diente peruano es duro, es menester de consumirlo, entonces ¿Por qué, no?, acompañándolo con los frutos del “Árbol de Dios”, es decir con higos.
“LA SOPA”
Morropon, Note del Perú – 1 859.
¡Ricos bagres, llifes, mojarras! por solo dos centavitos lo agarras!
Pregonaba, prieto, ensalzado, y picaresco, el fraile Santiago del Obispo, por las austeras calles del pueblo, tambaleándose sobre el burro, de un lado a otro, con los canastotes llenos de pescados casi vivos que atrapaba desde muy temprano en las acequias limpias.
¡Ricos bagres, llifes, mojarras! Para asentarlo con chicha en jarras!
Los días sin parroquia, no había más que arremangarse la sotana y subirse sobre el jumento. “Si los diezmos no vienen al señor, el señor va por los diezmos”, solía decir con una ancha sonrisa mientras despachaba el pescado a sus asiduas y devotas compradoras. Antes, el fraile había sido cocinero en el convento, cuya sazón picó el buen diente a más de un alto eclesiásticos y al mismo presidente Ramón Castilla, que regresó en tres oportunidades por tan guisantes manos.
Era de talla retachada, y de maltratados pellejotes, tenía la cabeza lampiña como una cúpula o un plato, pero los ojos saltones y volátiles como los mismos que tiene un mozo a las nalgas de las muchachas.
A eso del mediodía, cuando el sol andaba mas calato que nunca, y su pescado hervía dentro de las ollas, sintiendo con urgencia que tenía que aceitar la garganta, “plantó” su burro en la ramada de la chichería de “Doña manca” y con sal, gallo y pregón, entro decimando:
“Cantando entro como un ruiseñor
a su chichería Doña manca
para atragantarme de su chicha
que prepara su mano santa”
La manca, no solo era experta parando las jarras de chicha, si no también entendida en las malas mañas de chapinadas (brujería).
“¡Que dulce tiene usted el sazón.
Dicen que es buena su brujería,
dígame si a su chicha le da sabor
el diablo o su calzón!”
Un hombre, de misterioso aspecto, que se hallaba solitario en una mesa, al rincón, le invitó a sentarse, y tranzándose a puras jarradas, se desafiaron a duelos decimando, Aquel, que era nada menos que el mismísimo diablo, quería humillar al siervo de Dios. Pero este fue duro de roer para las intenciones del chapino:
“¡Mi sumo Dios no te aguanta,
ni yo con tu olor a vinagre,
vamos al duelo de garganta
hijo de tu … madre!”
El diablo, henchido en sus finos aires, le contestó:
Magnificencia solo hablo;
De malas ciencias y los inviernos,
Están friéndose en los infiernos
Los que se abatieron con el diablo”
Después de largas galladas, el Fraile Santiago del Obispo perdió, y el diablo a los infiernos se lo llevó.
“EL PLATO DE FONDO”
En los infiernos…
Lucifer estaba sentado en un trono de alto espaldar, parecía muy grande y músculos secos, tenía la cara enjutada como un ovillo de arrugas, pero los cuernos limpios y pulidos como las de un saludable jabalí. A sus pies dormitaba un ser infernal, que tenía por preferida mascota: velludo, pequeño y de rasgos a un chivo, que pareciera no importarle lo que sucedía en su caliente rededor.
Al echar otro vistazo a su nuevo recluso el diablo sonrió, pero no lo sostuvo por mucho rato, apareciéndole luego una expresión aburrida, que ciertamente le llagaba como un eterno sufrimiento.
-Aunque solo el diablo.-Dijo- tengo momentos de decaimientos; entupidas almas siempre viendo quemarse o contando las monedas de mis riquezas en la tierra… ¡Siempre lo mismo en esta aburrida eternidad!... si tu fraile eres capaz de sorprenderme, te enseñare el camino de regreso allá arriba, de nuevo a la tierra y te dejaré en paz, ¿aceptas?...
-Si, acepto señor.- Contestó el fraile.
Entonces, ¿que me propones para sorprenderme?
-Una deliciosa comida.
El diablo acepto.
El fraile Santiago del Obispo tomó un cuchillo, una vasija de barro, unos higos que siempre traía en las talegas desde su huerto, y a la mascota que aun dormitaba a los pies de Lucifer.
Llegado el momento, el diablo se sentó a la mesa y sin mostrar modales, golpeaba los cubiertos deseosos de probar tan misterioso platillo.
El “borne apetito” empezó, él fraile le puso en su delante el apetitoso y humeante plato. Lucifer probó un trozo de carne con gesto desdeñoso, cerró los ojos y lo degluto lentamente. Pronto una expresión en su rostro le hizo gestarse de buen encanto y satisfacción.
-¿Qué es tan exquisito platillo?- Preguntó Lucifer, sin dejar de deglutir las carnes en su ancha boca.
-Carne de su mascota el chivo con higos; que son los frutos del árbol de Dios.
Le respondió.
“EL POSTRE”
No se supo si el fraile Santiago del Obispo pudo regresar de los infiernos, ya que el diablo se enojó mucho al saber que había comido a su propia mascota con los frutos de Dios. Solo quedaron los pellejotes del chivo que luego, vino una legión de ratas y acabó con ellos.
EL FIN
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