Perú país de extenso litoral, con hermosas playas, amplias o pequeñas, pero nunca hostiles para ningún ser humano, durante siglos las ondas del mar han sido la única vía de comunicación con el mundo exterior, en la que a menudo se establece el noble dialogo, profundo y perdurable de la tierra y el océano.
En la lejana dársena crujen mortecinas luces, y saliendo del infierno del FIRE Room (cuarto de maquinas) el Vaporino concluye su guardia, y sobre cubierta fuma acodado a la borda de la nave mercante anclada en el puerto del Callao, frente a la deslumbrante isla de San Lorenzo, a las crepitaciones de luz del cigarrillo ¿piensa? En como todos los gobernantes nunca utilizaron para bien el potencial de la hermosa isla, y que el megaproyecto de hacer un aeropuerto y el puerto mas grande de América sea al fin una realidad.
Y lo invade el recuerdo sin quererlo, de la vuelta al puerto del Callao, de su juventud rebelde, donde a cada trecho se encontraba un bar Cosmopolita destilando avinagrado tufo, y el ruido de los claxon estrangulados en esas noches ionizadas de silencio, desgarrado de retazos por hipos de canciones, en el puerto, a lo oscuro, caleteando en los pozos del pecado, había vivido fuerte, aventurado duro, el alma condenada de las luces del Terminal Marítimo, hacen patillos sobre el agua, y rebotan en todas direcciones, como la vida misma que lo impele, lo acecha y lo espera.
En el salón de oficiales, charlaban y bebían, presentes el capitán “corneta”, el flaco Figueroa, el radiotelegrafista “ loco sotil”, el primer ingeniero Montreul, viejo lobo de mar de pelo en pecho, masón derecho para el castigo con cualquiera y de ley con los amigos, “Maringa” respetado por sereno y de recursos, de charla burbujeante y pintoresca,”lito”el grueso cocinero madrugador y perfeccionista, el “oiler”(aceitero) Faches de Mollendo de genio levantisco como su mar.
Al día siguiente ya con la luz del día, se ve la punta y la escuela naval, el edificio de la desaparecida Compañía Peruana de Vapores, las casitas pintadas con colores llamativos de Chucuito, y siempre esta presente esa vinculación con el remoto y creador imperio Inca, con la raza Aymará, que ha dejado huellas concretas en Lima, hay aymarismo en los toponímicos, tan exactos como Chucuito, y aun con el nombre del puerto del Callao, luego se ve la mole chata del Real Felipe, y un viento siroco parece traer la torva y heroica figura del brigadier Rodil y los ayees de los aljibes, las casamatas de la siniestra ergástula.
Luego se ve la capitanía del puerto, la plaza con la estatua del gran almirante Miguel Grau símbolo del bravo y astuto marino Peruano, que recuerda como un hombre muestra a los demás que deben de serlo, los hace tener fe, luchar, y ser dignos del alto titulo de ser varón.
La gloria y el martirio, las venturas y desventuras, alegrías y tristezas, nos han venido por las rutas del océano, la carta marítima que siempre acompaña nuestra tradición e historia, para considerar para siempre a nuestro piélago y sus 200 millas , con emoción y orgullo un gran personaje Peruano.
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