He hecho un tranquilo río con tu sonrisa,
y junto a los recuerdos del lejano invierno,
en él viajo ávido, sonrío a la miel brisa,
como lo dulce de tu voz infinita,
como el azúcar de tus labios tiernos.
También he hecho con tus risueños ojos,
un castaño prado,
donde mi alma mese las antiguas penas,
mirando de reojo,
lo que el tiempo trae en sus nuevas mieses.
Las manos de tus ojos han sembrado,
pequeños soles rojos en la húmeda tierra,
y explosiones diminutas en el ombligo.
Desde lo alto con paciencia añeja,
miro tu juguetón paisaje,
me sueño en las praderas blancas,
me bebo la sabia de tus árboles,
cierro los ojos y te imagino siendo,
parte de una voz hecha tinta,
parte de una piel hecha deseo. |