Aún recuerdo tus manos (como si hoy las hubiera tocado), grandes, con ese color particular; tus ojos aquellos que me entristecen recordarlos con angustia (porque bien sabía yo de tu angustia); conocía tu fuerza pero todos podemos caer (por qué fue tan rápido?).
Y ese abrazo… hasta creo que no llegaban mis brazos a rodear tu espalda… fue como si lo hubiera sabido, un “click” que me hizo pensar que te merecías un abrazo eterno en cada encuentro, y ya hoy me angustia que ya no haya posibilidad de hacerle caso a mi premonición (quién imaginó que mi decisión duraría tan poco?). Sé que no me quedé con ese abrazo en mí, te lo llevaste y ese es mi orgullo; así como estoy segura que el tuyo es haberme dejado tantos valores y tantos recuerdos que hoy me hacen feliz.
Dormirme escuchando tu voz, vivir con tu risa, ver la realidad que nunca me contaste pero fue fácil confiar que era la que me mostraste. Sos mi camino aún con obstáculos siempre en mi cabeza tus palabras, tus dolores, tus risas, son las que me enseñan que existe un mundo libre a tu lado. Y esas manos tan tuyas que creo tocar cuando te pienso y necesito hacer cotidiano el abrazo aún hoy, aunque no haya vuelta atrás.