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Acurrucado bajo el desvencijado techo de tejas, rumiando tristezas y melancolías, y asido -aunque no lo quiera- a los sueños que solamente se quedaron en sueños, sin desprenderse jamás del halo de soledad que uno a uno les fui dando. Imaginándome siempre lo que pudo haber sido si tal o cual cosa hubiera podido haber hecho para cambiar el rumbo de mis pasos.

El dolor del olvido recorre mi cuerpo.

Sin haberlo querido termine pareciéndome al viejo aquel que vivía eternamente de sueños, que daban vueltas y vueltas en su cabeza sin siquiera poder aterrizar en una realidad el mas sencillo de estos.

Aquel viejo que con los ojos muy abiertos miraba al atardecer desde la llanura de su tierra y engarzaba historias en torno al mar, y a la playa y a las olas, ora mojando los pies en el agua salada y tibia, ora recostado sobre la tersa cama de arenas, ora simple y sencillamente sentado en el tronco reseco y muerto de alguna palmera. Sueños, sueños y más sueños. El mar distaba de su casa tan sólo dos o tres horas de camino y sin embargo…

Aquel viejo solitario que moría cada tarde imaginándose danzarín partiendo plaza en un salón de baile, yendo y viniendo al compás del danzón en turno, rodeando con su brazo derecho la cintura esbelta de una mujer –también de sueños- , uno, dos, tres, la cadencia con los pasos hacia delante, uno, dos, tres, hacia atrás, uno, dos, tres, a un costado, uno, dos, tres al otro lado, dibujando alguna especie de trébol de cuatro hojas. Había salón por supuesto, y desde luego que alguna dama, -no precisamente de sueño- pero sin duda capaz de bordar con su ritmo un trébol, o dos, o los que hicieran falta; había salón en aquel pueblo a tan sólo 4 o 5 cuadras y seguramente hasta sus oídos llegaba nítido el sonido de las orquestas y sin embargo…

Aquel viejo que terminó con los labios resecos, con las manos ajadas y la espalda curva acurrucado como yo por el peso de sus sueños y que algún día en esta lejanía me platicó sin reserva: el peor de mis sueños venia con ellas, con las mujeres inquietas que inundaban mi conciencia, que danzaban a mí alrededor. Mujeres bellas a las que podía besar y tocar con solamente cerrar los ojos y a las que podía amar en noches enteras.
¿Alguna vez se hizo realidad? preguntaba yo ansioso
Jamás una sola de ellas, y entornaba los ojos, y claramente me parecía verse desprender de sus ojos alguna lagrima amarga mas que salada.
¡Inalcanzables! ¡Inalcanzables! Murmuraba el viejo
Y yo tan sólo sonreía.
Y por supuesto que habían mujeres y bellas por cierto, al hombre aquel no le quedaba mas que caminar a las afueras del pueblo, y entonces la luminosidad de los letreros le anunciarían sin duda alguna la oportunidad de aterrizar los sueños, de hacerlos palpables, absolutamente alcanzables: el congal, luces de nueva york ,las bellas de noche.
A no mas de dos kilómetros y en línea recta el mejor de sus sueños, y sin embargo…

Entonces pagar por un sueño, entonces hacer lo que se tenga que hacer por un sueño, o lo que se deba hacer por un sueño. Entonces morirse con los sueños.

Llegué a la madurez de mi vida con una larga fila de propósitos cumplidos, jamás renegué de nada. Cada mañana al abrir los ojos, sabia perfectamente lo que tenía que hacer y además cómo lo debía hacer.
En mi haber se fueron acumulando uno a uno los sueños cumplidos, porque a diferencia del viejo aquel, cuando yo soñaba en una flor, al imaginar su olor la tenía ya entre mis manos. Nada fue capaz de perderse de mi vista, y leí, y saboreé, y anduve y amé, y lentamente me fui convirtiendo en mi propio sueño, y construí mi casa, y formé mi hogar, y vinieron los hijos y coseché los éxitos, y viajé, y comí lo que tenia que comer y me volví perezoso y un buen día me quedé sentado en mi escritorio y perfectamente pude darme cuenta que en mi cabeza no existía ya absolutamente nada.
Ningún sueño.

Marchita el alma, triste el pensamiento, mustia la faz y herido el corazón…

Y entonces apareciste tu como ese sueño y sin mas con tu sonrisa por delante vienes alguna mañana cualquiera de este verano de mi vida, y me plantas un beso en los labios y de nuevo te marchas, y mi cabeza comienza a echar las campanas al vuelo y descubro que das vueltas y vueltas dentro de mi conciencia, y que ahora mismo puedes aterrizar alguna tarde completamente desnuda y que sin mas puedo amarte con la entrega de una inocencia que se destapa en tu rostro, y que puedo recorrer con mis manos tu espalda tersa bajándome hasta tu cintura o que puedo subir acariciando tus muslos firmes y que puedo quedarme dormido sobre tus pechos, y que puedas besarme las veces que hagan falta.
Sueños, sueños y más sueños
Salvaje como la tierra misma te veo intensamente amada bajo este cielo lluvioso y húmedo, locura sin freno son los deseos de mi alma, me perteneces sin una pizca de duda. No tengo que hacer nada más que estirar mi mano y asirte de la cintura y despojarte de la ropa, y morder tus labios, y morder tus pechos, y enredarme en tus cabellos, y despertar tu sonrisa y tus deseos y tu fuego, y recorrer con mis manos todo tu cuerpo y cabalgar sobre ti, y dentro de ti. Beber la savia que brota eternamente de ti y dormir después a tu lado y morirme después en mi sueño.
Y venir a acurrucarme bajo el desvencijado techo de tejas rumiando estas tristezas y estas melancolías.
Sueños, sueños y más sueños
Y entonces en esta soledad rodeada de tanta compañía me hace volver nuevamente a la historia del viejo, ¿vivir sin los sueños? O morir por ellos.

Pasó el tiempo y en el invierno de esta mi vida apareces de nuevo en sueños y me quedo pendiendo de un hilo y hago malabares por no caer estrepitosamente al suelo, y extiendo las manos y lentamente en vez de acercarte a mi, te alejas. Y en esa conciencia que aun se aferra a mi cuerpo sonrío como buscando la respuesta de tu rostro, en una sonrisa por supuesto, y como el viejo finalmente muero.

Texto agregado el 16-09-2009, y leído por 274 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-12-2010 Este escrito yo lo imprimí hace un un buen rato, casi me atrevería a decir que el mismo día que lo publicó, empecé a leer y me gusto pero no tenía tiempo en ese momento así que decidí imprimirlo y leerlo en el camino, pero no sé, no recuerdo porqué razón nunca pude y se guardó entre muchos otros papeles, hoy, limpiando mis desastres lo encontré y al fin pude leerlo! ¡Me encantó! Me siento muy identificada, la vida no es fácil cuando se vive de sueños a medio cumplir, te volvés un médiocre y seguir cada día es una verdadera condena... A veces es mejor morír sin los sueños. lunasinsol
16-09-2009 Triste. Nostálgico. Hay que morir con los sueños. Saludos. Azel
 
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