Como todas las tardes, la brisa soplaba en mi cara, el sonido de las olas se convertía en arena húmeda bajo mis pies, las gaviotas demostraban sus acrobacias en el cielo, mientras yo...continuaba mi camino hacia el Norte, avanzando junto con la fresca mañana. Me senté a la orilla del risco, tomé mi cuaderno, mi lápiz, y me dispuse a dibujar el paisaje enfrente de mis ojos, en ese momento mis recuerdos vagaron por toda mi cabeza, haciendo que ella volviera a mis pensamientos...
Tenía cerca de 20 años y ella apenas los 17, mi padre era dueño de un pequeño negocio cerca de la costa y todos los días le ayudaba, siempre y cuando no hubiera alguna fiesta, y todas las tardes siempre estaba ella, sentada debajo de la palmera, con lápiz y papel en mano. Muchas veces intenté hablarle, pero cuando su mirada se acercaba a la mía, mis mejillas se enrojecían y volvía inmediatamente al trabajo.
Esa noche mientras daba un paseo, la luna iluminó su silueta sentada en la arena, mientras el viento descubría sus lágrimas en el rostro. Me acerqué a ella y le ofrecí mi pañuelo, secó su cara y por primera vez pude oír su dulce voz diciéndome gracias. Ese momento se extendió hasta el amanecer, no dejamos de hablar ni un segundo, me enteré mucho de su vida, gustos y disgustos... sin embargo nunca me enteré a tiempo de la razón de su llanto nocturno.
Todas las tardes salía temprano y la alcanzaba, quería estar con ella el resto de las vacaciones, y antes de que se fuera, planeaba confesarme. El día esperado llegó, esa noche la llevé al lugar en donde nos conocimos, la tomé de las manos y me declaré, sus ojos voltearon a verme, aquellos ojos que brillaban con la luna más que un espejo con el sol, esos ojos que me aceptaron en un dulce y tibio abrazo... en ese momento la lluvia empezó a caer al igual que sus lágrimas en mi hombro.
Cuando me di cuenta, habían pasado dos meses de haber recibido su última carta...cuando me di cuenta, había pasado un mes desde su muerte... cuando me di cuenta, había pasado 60 años recordándola...cuando me di cuenta, estaba sentado bajo la sombra de un árbol, con lápiz y papel en la mano cerrando mis ojos ante el atardecer... cuando me di cuenta, estaba despierto junto a ella...
Estos son los recuerdos de papá, los recuerdos que encontré en un viejo baúl... estos son los recuerdos de George y Gina. |