era un día lleno de magia y paz cuando alguien tocó la puerta de mi casa. traté de adivinar quién podría ser, en pocos segundos... imaginé a mi padre, parado frente a la puerta, vestido todo de azul, corbata y zapatos negros y brillosos... imaginé a mi madre, vestida de blanco, con sus lentes oscuros y zapatos de taco alto y puntiagudo... imaginé a mi hermano, con el rostro angustiado y con problemas sobre su espalda... a mi perro moviendo la cola sin parar, como lo hace cada mañana cuando desea darse una vuelta por las lindas calles de la ciudad… la puerta seguía tocando, pero no me decidía abrirla cuando esta dejó de sonar, escuchando unos finos pasos que bajaban las escalera... ya lo veré, pensaba, a través de la ventana... me levanté y vi que era mi propia imagen, vestida todo de harapos, flaco y con el rostro lleno de heridas y sus manos tapándosela... ¡hermano!, grité, pero al verme a los ojos noté que su rostros empezaba a resplandecer y sus ropas a brillar, era una bella imagen... abrí la puerta y cuando bajé no encontré a nadie más que a las calles llenas de silencio y soledad... volví a mi cuarto, pero esta no se abría... de pronto escuché unos suspiros largos y profundos, como quien duerme una siesta... toqué la puerta muy fuerte, ¡era mi casa!... pero esta no se abrió, pero sentí que los pasos se acercaban a la puerta... ¿quién es?, escuché. ¡yo!, grité. la puerta no se abrió por mas que la pateé y pateé... al poco rato llegaron los gendarmes y por los brazos me arrastraron hacia las frías, silenciosas calles... aún no aceptaba mi realidad cuando me puse a ver a la ventana de mi casa y vi mi rostro, feliz y compareciente de mi nueva realidad... le vi coger una bolsa llena de algo y tirarla por la ventana. la cogí y vi que era mucha comida y ropa vieja, pero muy limpia... el tipo me miró a los ojos y me dijo todo... gracias, le dije y seguí mi camino, hacia una nueva casa y una nueva puerta, esperando despertar a una linda mañana llena de alegría y amor...