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EL TATITA JOSÉ
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1 —— EL PERSONAJE

——“ El Tatita José era negro, pero tenía los ojos azules ”–

Solía decirnos Mamagrande, nuestra abuela, cuando entre nietas y nietos llenábamos de batuque y disputas infantiles el patio solariego de su casa, volteando algunas macetas con sus plantas preferidas a las cuales ella cuidaba con primor. Éramos una bandada de gurises jugando alrededor de ella, dentro de un conjunto orgánico de nietos bulliciosos en plena etapa de la niñez. Y el Tatita José estaba allí siempre presente, a nuestro parecer, acompañándonos, pues ella lo evocaba.

——“Ustedes necesitan una mano fuerte que los eduque con rigor. Necesitan al propio Tatita José aquí en persona... pues a él ningún niño le desobedecía.”
–——“¿Era muy malo?”-——preguntábamos con algo de temor
–——“No. Era muy cariñoso con todos los niños, pero también exigente... y sabía educarlos.”

El Tatita José era un personaje destacado en nuestra memoria familiar y su recuerdo perduró más de un siglo. Ninguno ya lo había visto en persona, pero su recuerdo señero subsistía. Hacia el ocaso de sus días, al final del siglo XIX, aún manteníase elegante y altivo, anciano y protector. De palabra solemne, como un viejo patriarca ... ¡y con sus bellos ojos azules!

Pero ...¿Quién era él?... ¿Por qué siempre se lo mencionaba como garante de la paz domiciliaria? Su ternura y su solvencia personal para dirimir pleitos infantiles y educar a niños de una sociedad tradicional, con firmes conceptos de vida y conducta, fueron notorios. Permaneció en el recuerdo y se fortaleció con los años, mientras más distante su figura íbase alejando en el pasado. Como la de alguien a quien se desea preservar, evitando su pérdida, y es necesario conservar en la memoria. El Tatita José se nos figuraba en imagen, como ese ancestro venerable al cual nos remitimos con orgullo, pues es el representante de todas las pautas y realidades de una familia, fueran éstas felices o dolorosas. El encargado de mantener el orden y la autoridad —ya sea severa o dulce— pero siempre compleja.

Pero el Tatita José tan amado, tan evocado, tan valorado, tan escuchado y obedecido ... ¡¡¡ Era un Esclavo !!!
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Era él, en realidad, el único esclavo legal nacido antes de la “libertad de vientre” (decretada en 1813) que aún quedaba dentro la familia del gobernador Don Francisco Ortiz de Ocampo, aquél patricio que dijera :

——¡La patria recién nace y ya está de luto!

….luego del fusilamiento en pleno del gobierno cordobés y su intelectualidad universitaria (el Rector inclusive) en Cabeza de Tigre, acusados de “bonapartismo” y contrarios a Fernando VII, dejando de ese modo “acéfala” a su dirigencia. A partir de allí comenzó la gran guerra civil de Argentina que lleva el nombre de Anarquía, la cual iba a durar en su baño de sangre 40 años.

Y se apersonó de inmediato en Córdoba, para hacerse cargo de una ciudadanía que había quedado de pronto huérfana, por un acto político sucedido en tierras muy distantes, en otro continente, originado en la invasión napoleónica a España. A la cual los porteños rechazaban jurando lealtad al príncipe Fernando VII (Revolución 25 de Mayo) pero a quien los cordobeses no tenían ninguna simpatía. Lo aborrecieron siempre. Eran antiborbónicos, como es sabido, añoraban a sus maestros Jesuitas encarcelados por Carlos III de Borbón.

2 --- EL TESTIGO

En todas estas idas y venidas, habíalo acompañado su joven esclavo José. El mismo que con los años se transformaría en tutor de sus numerosos descendientes. Testigo oculto de una época donde los hombres volcaron pasiones, desencuentros, éxitos y humillaciones. Compañero de episodios olvidados e inolvidables... Presente en diálogos y sucesos, testigo ocular de toda una época, asistiendo al nacimiento de una nación que también era la suya, y en medio de una familia que terminó por ser la suya en los hechos vivos.

Poca gente contemporánea a él, conoció y presenció tan de cerca tantos sucesos históricos. Con una memoria detallista, hizo de cronista de aquellos hechos y también preservó la memoria familiar. Criaba y educaba a los niños de esa familia en cuya Estancia ubicada en la localidad de “La Esquina” formaban una especie de comunidad infantil. El esclavo José los tenía a su cargo y guarda, en calidad casi de “tutoría” (en los hechos lo era) dentro de una familia donde luego de tres décadas de guerra civil, ya no quedaban hombres maduros... vivos.

Pues “¡ todos habían muerto en las guerras ¡” según la frase repetida.

3 ---— LUCHAS FRATICIDAS

Estamos hablando de las guerras interiores y exteriores (dentro de Argentina y de Argentina con Brasil) pero todas en suma, fraticidas. Pues dividieron y bañaron en sangre al que antaño fuera el Imperio de Ultramar “donde no se ponía el Sol”... con su anexo brasilero junto a quien formamos alguna vez… una sola, grande y muy extensa nación colonial.

Pues todos aquellos connacionales que se asesinaban entre sí con actos desmedidos, entre horrendas sangrías sin piedad alguna, en ese lacerante siglo XIX, tenían genes fraternos. Se devastaban, herían, masacraban y perseguían sin tregua y con saña cruel, pero tenían en común sangre íberocolonial o indoibérica. Fusionaron tres reinos o tres culturas que al encontrarse eran diferenciadas, y al concluir el período colonial, habíanse entrelazado en sus proyectos de devenir y en sus programas históricos de progreso : Hispanos ...Lusitanos... Indoamericanos. Pero estaban en esa instancia convertidas en fuerzas aniquilantes que desangrábanse las unas a las otras, en una guerra fraticida, la cual pareciera en aquellos tiempos no tener fin. Sin embargo, habían coexistido antes por centenios.

El Cono Sur sudamericano no era en ese momento tal como había sido en siglos anteriores, una tierra dedicada al progreso. Sino un mundo en decadencia que se destruía a sí mismo y que arrasaba a las propias familias que lo constituían. Llevar en esos días un apellido que fuera destacado en la función societaria, era casi un estigma, un peligro de vida. O una condena en el mejor de los casos al exilio. Y todo ello sucedía con explicaciones diversas, con justificaciones arbitrarias que parecieran inapelables : Como siempre hacen los violentos.

Y esta dirigencia que se empeñaba en autodestruirse con crímenes abusivos, y complicando para ello al pueblo nativo gaucho o mestizo, (con conceptos ajenos a su idiosincrasia y a los cuales nunca comprendería) había dado la espalda a sus ancestros. Aquéllos solitarios pioneros que siglos atrás se embarcaran en la aventura del Océano y las Indias, navegando en barcos semejantes a cáscaras de nuez... para construir. Edificando ciudades. Plantando vides. Criando ganado. Sembrando trigo. Levantando Universidades. ¡Y sobreponiéndose al continuo hostigamiento de los Malones!

Fueron guerras desgarradoras las del luctuoso siglo XIX, y lacerantes en demasía, para la población civil. Aunque se hable del brillo de los “Caudillos” cuyos ejércitos ya fueran federales o unitarios, saqueaban por igual a estancias, chacras, quintas, o lo que estuviera a mano. Empobrecieron y enlutaron a la nación Argentina recién nacida, no solamente con la sangría, sino y más notorio que nada, con el saqueo brutal que sometieron a la población civil y productora, llevándose cosechas, animales, vituallas, mantas, ropas, calzado, vinos, agua, sin importarles en absoluto por la suerte de los habitantes tal como el “Saco de Roma” tan mentado.

Una Argentina en llamas y empobrecida mostraba sólo la miseria, donde la guerra civil o Anarquía del siglo XIX había dejado a los trabajadores y a los productores de la tierra, en un páramo agobiante. Quedaba sólo como corolario luego de esa lucha descabellada, una Pachamama lacerada e improductiva. Guerra civil de 40 años que produjo pobreza y además numerosas víctimas políticas e históricas, deudos dolorosos, no sólo de la familia Ortiz de Ocampo, sino también de sus enemigos, vecinos, allegados o conocidos. O desconocidos. Y que especialmente, dejaron como saldo : ¡Muchos Niños Huérfanos!

4—— N I Ñ O S

Niños …Sí, niños… Niños como todo niño al fin de cuentas, los cuales —en este caso–– eran depositados en esa aislada estancia de La Esquina, como protección a eventuales venganzas políticas y “razzias” punitivas, o de carácter ideológico y exterminio, en manos del Tatita José. Un esclavo.

Mayoral de una Estancia rica y dolorida. Una propiedad de hacendados pudientes y perseguidos. Diezmados. Muchos niños... Muchísimos niños pasaron por la mano educadora del esclavo José, nacido en la Rioja, propiedad él de la familia Ortiz de Ocampo, y protector él, de su descendencia. De sus principios. Sus recuerdos. Sus valores. Nadie quedaba vivo en aquella familia, en esa casa solariega de la Estancia de La Esquina, como varón adulto (tanto como de otras familias de adictos o vinculados a ella) ...¡Nadie!... Salvo él : el Tatita José y su treintena de niños. ¡ Así son las guerras !

Eran niños. Pero hijos en conjunto de esa estirpe con gestas heroicas, con figuras históricas y célebres que hoy día se admiran, quienes han dado su nombre a las calles y sitios nacionales, con plazas y estatuas. Pero no era por ello menos cierto el infortunio de estas criaturas. Su dolor, su soledad. Hijos de su tiempo. Hijos de las guerras. Hijos de su época. Hijos de la historia.

Huerfanitos. Defendidos de este modo, mediante aquel anonimato, de las increíbles venganzas políticas que se abaten siempre y en todos los casos, sobre la descendencia indefensa. Refugiados allá en esa estancia solitaria junto al Tatita José : Severo, adusto, exigente, tierno. La forma en que él educaba, enseñaba y reprendía a esa bandada de niños perseguidos por la historia, por el cruel desencuentro entre los hombres de una misma nación y de un mismo origen, quedó fijado entre ellos, con ese agradecimiento que supera al tiempo.

Y estos huérfanos de guerra, niños solos, niños olvidados, niños ricos y pudientes, pero escondidos con peligro de sus vidas, de alcurnia social, pero muy solos en definitiva … no olvidarían nunca al Tatita José que los condujo de la mano con presencia paternal, hasta que se repartieron por el mundo en busca de sus propios destinos.

5 ——TATA

“Tata” significa Abuelo y Anciano en lengua quichua. También en México encontramos la denominación de Tata, como jefe de una comunidad nativa. En Perú es Tayta. TATA es una voz precolombina adoptada por la vieja sociedad colonial y transferida a la sociedad argentina, muy especialmente entre ambientes ganaderos y patriarcales donde la influencia y la solemnidad de un “Tata” podía extenderse más allá del parentesco de sangre. Usado en las familias estancieras como Tata (abuelo) o Tati (padre). Asimismo empleado por el gauchaje donde encontramos también a Tata Dios. El Creador.

El Tata Viejo es el bisabuelo. Incluye dicho término un sentimiento de respetabilidad, conlleva un título reverencial válido, y al que sin duda alude su uso transmitido de un idioma a otro. Por ello mismo asombra que un esclavo fuese :

“ El Tatita José ”

Profesionales, políticos, diplomáticos, diputados, sacerdotes, estancieros, militares, damas de sociedad, embajadores y profesores universitarios de antaño, me fueron señalados a mí … como los niños que criara y educara, el Tatita José.

6—— EL REFUGIO

No estaba totalmente solo en aquella cruzada preservadora de vidas humanas, que iban a destacarse socialmente en el futuro, cuando las guerras civiles concluyeran. Otra figura muy fuerte e imponente, lo acompañaba : La viuda de Ortiz de Ocampo.

La dueña en verdad de aquella estancia situada allá en La Esquina. La dama aristócrata austera y sobria, en cuyo entorno transcurrió ese pedazo dramático de la historia nacional. Viuda del hijo del gobernador, quien vivió una circunstancia límite no elegida por ella y tampoco deseada. Quien formó parte de la misma y nunca participó en ella.

Si este esclavo negro de ojos azules, cuya belleza aún asombraba en su ancianidad, tenía cautivada en tiempos de su plenitud viril a esta dama vestida de negro, que llevaba muchos lutos yuxtapuestos (con esos hombres de su familia “que morían todos en las guerras”) … ya hoy no podemos saberlo. Sólo agregar fantasías.

Viuda. Adulta. Adusta. En una casa con muchos niños. Con hijos y nietos. Con sobrinos y sobrinos nietos. Con nietos de amigos. Con nietos políticos o de personas entrañables. Huérfanos todos. O con padres que aún se hallaban en el fragor de las batallas. Hijos de las guerras numerosas y contradictorias del siglo XIX. Hijos de esas familias cercenadas, los cuales en muchos casos eran, los últimos representantes vivos de las mismas.

No mantenía diálogo alguno con aquella bandada de niños sin padres, alojados en su casa y perseguidos por el infortunio. Víctimas del belicismo desencadenado, presuntamente ideológico, sin piedad y sin amor real al terruño. Con padres siempre ausentes o muertos en las refriegas. Padres a los que muchas veces, ella no conocía ni llegaría a conocer. Como tampoco quizás, nunca los conocerían esos niños allí alojados y alejados de las batallas.

El entorno social de esa familia en tiempos de paz y progreso, había sido muy amplio y allí en su casa ella ocultaba, una buena parte de su descendencia. Protegiéndolos y separándolos del peligro, caso común en muchas guerras intestinas y fraticidas. Administradora de bienes propios, ella poseía un temple excepcional para enfrentar los avatares trágicos que envolvieron su vida y de los cuales, saldría airosa. Pero no hay duda, conformaron su estilo, su carácter duro. Tal como se la recordaba. Una dama rigurosa víctima también, de aquel bélico clima, que enfrentó sin temor ni debilidad. Con valor. Con firmeza. Con temple.

Compasiva en el fondo y despótica en la forma. Sin una lágrima, sin una queja, sin una ternura. Protocolar al máximo en sus modales, en medio de su aislamiento estanciero. No había un lamento en sus palabras ni derramaba mimos. Defendía casi ácidamente (oponiéndose a cualquier intento de que le arrebatasen aquellos niños) a los cuales no besaba y por quienes sacaba la cara. Fuese quién fuese el intruso (o pariente) que intentase reclamar por ellos, en los momentos peores de las guerras. Se jugaba por ellos y no les daba una caricia. Alma vigorosa colocada en una situación límite. Mujer valiente erguida en su arrogancia, enfrentada a un mundo convulsionado. Dirigía ella personalmente gauchos, chinitas, esclavos, tambos, sembrados, producción, comercio.

Y siempre impecablemente vestida y aseada. Con su ropa obscura de cerrado luto. Nunca habló ni media palabra con esos niños a los cuales ocultaba en su casa de probables agresiones, por causa de sus padres guerreros. No tenía vocación ni tiempo para ello. Enfrentaba tales desdichas sin bajar la cabeza, con ese vigor de las “varonas” de antaño. Con esa forma directa de las antiguas damas estancieras.

Y además, con la mano de apoyo especial dentro de una situación límite, que iba a permitirle sacar adelante aquellos años realmente difíciles, como los que le tocara compartir con el : TATITA JOSÉ.

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Alejandra Correas Vázquez
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Texto agregado el 15-09-2009, y leído por 152 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-09-2009 Interesante texto, muy documentado. Ameno. En Guatemala tambien usamos el termino "tata". Un saludo! galadrielle
 
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