Salir al universo, dejar que el sol sea mi lamparilla,
y que su calor me castigue dulcemente
con sus millones de pequeños clavillos de oro.
Olvidarme de ti solo un instante
y recordar la esencia característica de todas las cosas.
Cargar sin solemnidad mi bagaje de afectos
y llevarlos hasta el pórtico de tu templo suntuoso,
sin importarme que otras deidades rijan allí.
Escapar de mi cárcel de tinta y manuscritos
y deambular por lo que ocurre verdaderamente.
Así pues pienso, pero miro tus ojos espejados
y no veo mi reflejo, entonces callo.
Y continúo en silencio.
Texto agregado el 05-06-2004, y leído por 147
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