Las Hiatos.
En esos casos Ptolomeo opta por sumirse en el silencio y orbitar (conforme a Kepler) la mesa de centro del living del cubil de Antinea. No es que de un momento a otro se le acabe el soliloquio o que Margot le rebase el caletre con sus por qués de niña inocente pero de curiosidad elefantiásica, sino que hay ocasiones en que preguntas tan simples como: “tío telescopio, ¿qué es una hiato?”, le producen un efecto multidominó en la maceta y lo dejan con problemas en el sistema operativo.
Resulta que en primer lugar una hiato es en verdad un hiato (lo que le trae a Ptolomeo ese tema con acromegalia crónica que es el machismo, 1) ), y en segundo lugar, ¡qué carajo importa si hiato es macho o hembra! (con lo que vuelve a 1), pero por otro lado, más bien darvinista, acerca de la importancia evolutiva del sexo de hiato, 2) ), pero 2) es una idiotez por sí sola a pesar de que 3) afirme que, en efecto, la lengua es orgánica (Ptolomeo piensa aquí que la suya es más bien dulce), por lo que atropella con su permiso y sigue con 4), que opina que Margot a estas alturas ya está verde por qué es hiato (un o una) pero 5) obliga a detenerse porque quizá el uso la gente la selección natural los españoles los galicismos y etcétera (elevado a un millón) representen una vía lógica hacia el porqué sexual de hiato (tentación léxico-espeleológica del telescopio), y, sin embargo, Margot lo conmina (de nuevo) a apresurar su explicación con un delicado sollozo (le grita) y algunas tiernas palabras (lo putea), entonces, Ptolomeo, emberenjenado al máximo (apunten este neologismo) con tanta sutileza (mental e infantil), se dice a sí mismo, qué va, Margot, tráeme el diccionario...
Domingo 2 de Noviembre, 2003.
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