Lo vi al salir del teatro, alto, nariz prominente, boca pequeña, ojos grises, cabello castaño claro y corto, nunca en su vida lo uso largo.
Me llamo la atención su voz de señor regañón, aunque apenas tenía 33 años, debería tener un trabajo como bibliotecólogo o profesor, llevaba en su brazo un libro de matemática pura, aunque salió acompañado de amigos, compañeros, estudiantes, a las pocas cuadras se encontraba solo, eso era mucho mejor para una voyerista como yo, empecé a detallar su cuerpo, no era corpulento, más bien flacucho, caminaba sin prisa, como un perro se dirige a su casa, por el mismo camino de siempre, por eso no se percato de quien lo seguía.
Un pantalón de dril gris claro, una chaqueta de jean un saco verde y una camisa blanca. Lo típico para una noche fría capitalina, siguió caminando por la séptima aun no era tan tarde, se veían pocos transeúntes, paso por la Terraza Pasteur y siguió caminando hacia el norte, esta persecución me agradaba era por lugares conocidos, todavía no me había acobardado, llego al parque de la independencia, luego el planetario y tomo la calle que sube detrás de este, ahora si nos estábamos quedando solos.
Mire hacia todos lados y no vi a nadie más, sus pasos se oían en la escalinata, en cualquier momento me vería, pero no fue así. Esto me estaba gustando mucho más de lo que yo creía, mientras miraba cómo se veía su trasero desde abajo lo seguí y me distraje con tan mala suerte que me caí generando un gran estruendo, ya que rodé cuatro o cinco escalones, quede tendida en el suelo con los ojos cerrados por la vergüenza, sin musitar palabra y con el rostro encendido, cuando escuche que alguien bajaba presuroso y su voz me asusto con un “¿estás bien?. Abrí mis ojos y lo vi arrodillado a mi lado, su libro estaba en el suelo y su mirada fija en mí.
“Sí, estoy bien” le dije, “pero mañana tendré un par de moretones”, levante mi falda y vi que mis rodillas estaban ensangrentadas, el también lo notó, y me sugirió entrar en su apartamento para curarme, acepte y entre a su apartamento, el cual quedaba en un segundo piso de las torres que tienen vista al parque, no sé porque acepte la ayuda de esté desconocido, creo que el morbo le gano a la prudencia.
Soy una mujer de mediana edad, morena de ojos oscuros, cabello negro y de estatura mediana, no soy fácil de olvidar, y me gusta ir al teatro pero es la primera vez que sigo a un hombre y todavía màs osado es la primera vez que subo a su apartamento.
Me siento en su sofá y reviso mis rodillas, la sangre hace que las cosas se vean peor de lo que son, trae algodón e isodine se arrodilla me levanta la falda y noto que su mirada se pierde en mis bragas, coloca en el suelo el isodine ya destapado, y acerca su boca a mis rodillas, pego un pequeño salto al sentir su lengua probando mi sangre untaba de tierra, no reacciono solo observo cómo se deleita en probarme, me asusta porque sus ojos buscan mis ojos, como intentando adivinar lo que voy a hacer.
Estoy petrificada, estoy a la merced de este extraño, y aunque no me percate, si al serrar la puerta a mi espalda, el extraño serró con llave o no. Empieza a recorrerme un escalofrió por la espina dorsal y reacciono juntando mis piernas y alejándome de él.
Me sonríe y me dice: “No te gusta, como te estoy curando?”.
Se levanta con el isodine y el algodón y me dirige al sillón me siento aunque intranquila permito que coloque el isodine incoloro en mis rodillas, esperando que con esto me deje ir. Me mira como si no hubiera pasado nada y me pregunta si quiero un café, sigo respondiendo que si, no acostumbro rechazar un café.
Me deja sola en su sala y camino lentamente hacia la puerta y giro la perilla intentando no hacer ruido y abro la puerta, no tiene seguro, la sierro nuevamente y me devuelvo, todo como siempre había sido producto de mi imaginación.
Lo veo entrar con dos pocillos de tinto humeantes en sus manos, esparciendo ese aroma que me encanta, me mira depositando el tinto en la mesa que está al lado del sofá en el cual estoy sentada, y me dice:
Les puse un poco de aguardiante, no creo que te moleste. Verdad?
Asiento con mi cabeza, no soy capaz de musitar palabra, me asuste demasiado por algo sin importancia, y no sé, si mi voz me delate.
Se sienta a mi lado, toma una tasa y me la acerca a las manos, rozándome los dedos con movimientos circulares, toma su tasa y huele el tinto, yo también acostumbro oler el carajillo antes de tomarlo.
Las sensaciones que ha despertado me comunican que esta noche no quiero terminar en mi cama, tomo un poco de carajillo lo saboreo siento un sabor amargo, no tiene azúcar, pero no importa, no quiero que el ambiente que sea formado sea roto, por la preferencia a tomarlo con azúcar.
Sus manos empezaron a recorrer mi espalda, y tiemblo cada vez que su índice se acerca a mi espina dorsal. El calor se está apoderando de mi y siento como el latido de mi corazón se empieza a notar en medio de mis clavículas. Empiezo a suspirar entre sorbos. El me mira pone su mano en mi rodilla y comienza a subirla por debajo de la falda, me cruzo sobre él para colocar el pocillo en la mesa, con lo que aprovecha y llega al extremo superior de mis bragas siento como empieza a deslizarlas y mi mano busca su mano para detenerlo pero su boca me besa y pierdo la intención de detenerlo, siento como logra resbalarlas hasta mis tobillos le facilito la tarea levantando un pie y luego el otro. Estoy parada frente a él sin bragas, con ganas de devorarlo, sonríe porque sabe que ya no hay paso atrás, yo estoy tomando la iniciativa y desabrocho su camisa con violencia haciendo saltar uno que otro botón, le muerdo la manzana de Adán, él me aprieta contra su cuerpo para hacerme perder el equilibrio y verme arrodillada ante él. Y lo logra con una facilidad inenvidiable, mis uñas arañan su vientre y saco la correa del pantalón lo coloco a mi siniestra, mientras lo desabrocho lentamente y corro su cremallera sin quitarle la mirada a sus ojos, que están viciados por el deseo.
Logro mantenerme casi completamente vestida, cuando él me empieza a llevar a su habitación, me besa y camino de espalda siento sus manos desabrochándome el brassier y levanta mi blusa la deja enredada en mi garganta, y siento como entro a un cuarto más caliente como si tuviera chimenea, no puedo ver pero siento mucho calor me recuesta suavemente en una cama dura, termina de quitarme la blusa y puedo observar lo que hay a mi alrededor, una cama roja redonda rodeada de pequeñas mesas llenas de velas a la mitad y una pequeña chimenea artificial, me besa en los labios notando mi sorpresa, responde mi mirada: “es que antes de salir las encendí, porque hoy era el día en que he conocido a todos mis amores, y estaba seguro que algo pasaría, pero pues estaba perdiendo la esperanza cuando un estruendo me saco de mi tristeza y te vi tirada como si necesitaras que te llevara a mi cama”.
Me planto un beso y no musito palabra porque no la necesitábamos, yo estaba completamente desnuda y deseando enormemente que se quitara los bóxers y me penetrará, pero se detuvo cogió una de las velas cercanas y la despego de la mesa me dijo: “voltéate quiero que sientas el calor inmenso en tu columna vertebral, prometo no hacerte daño, todavía”, terminando la frase con una risa picara, que me causaba temor y placer, todo el tiempo sintiendo miedo y placer. Esto me excitaba a montones y por eso le di mi espalda y permití que regara la cera en mi columna vertebral, el calor me hacia brincar y su lengua calmaba el ardor y mis entrañas se inundaban y mi boca gritaba de placer sentía que mi primer orgasmo se acercaba, y acostada boca abajo me empecé a masturbar, pero él me detuvo, retiro mi mano de mi entre pierna y me dijo: “no te apresures hasta ahora estoy comenzando”.
Me mordió el lóbulo de la oreja izquierda y lamio mi cuello, retiro la será seca de mi espalda con sus manos dejándola caer en la cama, me volteo y empezó a gotear la vela en mi ombligo y hiso un camino hasta el pubis, y aunque esperaba con ansias su lengua, no la coloco en el camino, apago la vela y luego coloco su lengua en la cera y se fue directo a mi clítoris, y con ese calor inmenso me lamio, tan lentamente que tuve que gritar del éxtasis que estaba sintiendo, luego si lamio la cera de mi vientre, pero era para mantener la lengua caliente y siguió lamiéndome, y mi espalda se curvaba de placer y empecé a tener orgasmos cada vez más fuertes y le grite que me penetrara, pero disfrutaba al verme temblar, su miraba se enloquecía al paso de cada espasmo.
Mi cuerpo no resistió más y después de sentir que mis entrañas se contraían caí tendida sin fuerzas, sin aliento, con la mirada turbia, con gotas de sudor en las sienes, con el latido de mi corazón en mis oídos y entre una niebla amarilla vi como sus manos sujetaban un cuchillo que acercaban lentamente a mis tobillos, me miro y me dijo: “solo será un sorbo, no me dejaste probar mucho de tus rodillas”. Y lo corto, unas hebras delgadas de mi sangre corrieron por mis dedos. No sentí dolor solo sentía su boca succionarme suavemente y lamiendo por entre mis dedos para no desperdiciar ni una gota. Puede parecer raro pero eso me excitó por eso cuando más tarde me pidió el teléfono, no tuve reparos en dárselo.
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