Mi vida ha transcurrido a lo largo de muchos matices, colores, texturas. Tal vez para mi, 23 años sean muchos, o mas bien, hoy sienta eso, ya que al hacer memoria y recorrer minuciosamente los instantes casi eternos que anteceden los segundos en que escribo estas líneas, me parece q ayer mismo acabe el colegio, o anteayer fue mi comunión, que la mañana de ese día en que empecé la escuela no tiene mas de una semana de antigüedad. Sin embargo hoy, ahora, me parece q 23 años son muchos.
Es cierto, hoy no soy yo. Mi sonrisa esta escondida, mis ojos ya no reflejan ese niño que jamás me avergonzó mostrar. Hoy parezco una sombra de mi mismo, una sombra tenue, pálida, triste. Extraño a ese niño que se sorprendía con cada instante de vida, con cada brillo de humanidad q lo resplandecía, cada mundo nuevo q conocía. Ahora estoy mas cercano a ese adulto, q choco contra una pared y se pregunto “¿y ahora?”.
Mucho me ha costado escribir estas líneas. Mi corazón no tenia ganas de compartir. Mi corazón estaba defraudado, cansado. La sucesión de grises, a lo largo de tantos años le fue apagando la magia, la improvisación que lograba sacar. La chispa ya no es la misma, la sonrisa cuesta, no nace por si sola, hay que incentivarla por demás. También es cierto q por momentos me sentí demasiado solo, sin estarlo, pero parte de mi se negaba a ver hacia sus lados. Sin embargo ella siempre estuvo ahí.
Si, fue ella, la que logro al menos por instantes que mi corazón vuelva a sonreír, q mi mente deje de viajar por las diferentes sudestadas por las que ella sola intentaba naufragar. Ella jamás me abandono, siempre estuvo ahí, tan elegante como siempre, vestida acorde a la situación, no siempre mía, por supuesto, no soy quien para robarme toda su magia. A veces la veía a algunos metros de distancia como muchos se la disputaban, pero ella tendía a elegir al distinto, al romántico que la tratara con afecto, no al que la lastimara sino al que la acariciara, al que tampoco la quisiera para el solo sino que tuviera la suficiente entereza y distinción de compartirla, pero ojo, no compartirla con cualquier cavernícola, sino con uno de su misma especie, alguien que desde su dulzura mas pura y profunda solo intentara hacer lo imprevisible, lo inesperado, lo que a ella le permitiera recorrer diferentes paisajes con la mayor distinción posible.
Otras veces la vi desde mi casa, es cierto ahí la relación era mas fría, mas distante, pero no dejaba de ser única, un amor irrompible. Todavía recuerdo la primera vez q la vi, fue una navidad, vestida de blanco y negro, no podía dejar de acariciar sus curvas, de sentir su aroma e imaginarla corriendo por verdes praderas.
Al día de hoy ella me permite q los días mas oscuros de mi vida sigan teniendo una sonrisa, porque a pesar que a veces sea una caprichosa, nadie puede negar que una pelota de fútbol te permite al menos por un instante volver a ser ese niño q alguna vez fue, ese niño que vio en navidad su paquete redondo y lo abrió, y la vio tan pura que solo pudo ponerse a jugar. Como hoy y cada día que uno puede, vuelve a ser niño gracias a ella. La ve y solo piensa en jugar, en compartirla con un amigo, o con cualquier otro ser humano que también sea capaz de brindarle su amor.
Por eso es tan linda la vida, porque la tristeza mas pesada, aunque sea por un instante, se te borra con tu mas bella sonrisa de niño, al ver una pelota de fútbol correr por el césped y saber que ella esta bien cuidada, porque ella misma se ocupara de buscar a alguien q la cuide y q la mime como vos la cuidaste desde el primer día.