Las sonrisas.
¿Cómo que no? Te digo que es cierto. En mi cuarto, en una esquina, arriba, sí, al lado de la estantería con Kafka, Camus, Cortázar, Cortázar y Salinger, sí, ahí donde dejo los prismáticos, ahí en esa esquina, está la noche agazapada. Es verdad.
Me acuesto y antes de dormir la veo ahí, en el techo, palpitando. Y sueño con inquietantes pastizales y un árbol solitario bajo el cielo negro, entonces despierto agitado, hago dibujos de flores y los pego en las paredes, me río de la noche en su trinchera y duermo con un nombre en los labios. A la mañana siguiente despierto con la desolación de la muerte de Blanca, y lloro porque no la he soñado ni nunca podré hacerlo.
Entonces, sólo entonces, la noche esboza una sonrisa.
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