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POR SI QUIERES BUSCARME
Dicen por ahí que la intensidad de una pasión se mide por el grado de tristeza y soledad que la preceden.

Antes de que amanezca, descuelga el teléfono y llamame. Así me evitarás de que me sumerja en la eternidad sin palabras del mundo de la soledad.

Ayer por la noche tracé mis círculos, eché mis dados e invoque en vano tu presencia. Falto de fe debí de estar pues el conjuro no funcionó. Tu no apareciste y no supe como materializarte. Trate de vaporizar mercurio, de secar el vitriolo de arrancarme las venas con palabras de encantamiento. pero nunca apareciste.

Ayer, por la madrugada, vestí mi armadura mohosa y salí con la vieja red de estrellas a cazar en la bruma cargada de mariposas. Vi unas cuantas luciérnagas, pero supe en seguida que no lo eran sino que eran el brillo que tu cabellera de oro iba dejando a su paso, azotada por el inclemente cierzo cósmico que baña cada nuevo día que quiere nacer.

Que distinta es la ciudad cuando duermen. Pude verla desplegar sus enormes alas de buitre y comenzar la orgía fantástica de luces y sonidos, la vida que repta de debajo de la tierra para emerger renovada al ponerse el sol.

Trataba de caminar entre las sombras, para que mi naturaleza noctívaga pasara desapercibida, pero algo me paralizó en seco: Ahí en medio de la isla de luz de una mustia farola te vi sentada, con un ejemplar del New York Times de hace una semana entre las manos y tratando febrilmente de alimentar a las palomas de nadie con limaduras de hierro. Quien te viera pensaría que estabas loca, amor, pero yo se que durante las noches de agosto, vuelves a tu inocencia primigenia y eres una niña desamparada que busca sin cesar el retorno a casa.

Silbando "Sounds of Silence" de Simon & Garfunkel me acerqué a ti. Tus enormes y claros ojos me observaron por un breve instante y me dirigiste una débil sonrisa. Vi tus labios entreabiertos, con tus dientes como perlas perfilándose y me dijiste "Tu, estás enfermo de soledad" y yo te respondí "En tus manos esta el antídoto" pero tu, con una mirada de niña caprichosa me dijiste "No puedo darte el antídoto cuando tu no tienes ganas de salvarte, Solitario. Tu mismo has incubado esa soledad con tanto amor. Si, Solitario con amor, con eso que dices que no conoces pero que llevas metido muy dentro de ti. Y yo no puedo darte el antídoto, mi amado solitario, si tu no comienzas por desprenderte de esa capucha de soledad que te envuelve."

Tomando mi mano, me levantaste. me miraste y de no se donde sacaste un diente de león. Y le soplaste en mi cara. Al sentir el contacto de las esporas, rompí a llorar. Es tan fácil soplar así la soledad y barrerla por completo. pero nunca lo supe. Y cuando reaccioné y quise decírtelo, tu ya habías escapado. Te vi elevarte por en medio de la nata espesa de nubes químicas que arropan mi triste ciudad. Y en mis oídos resonaban aun tus palabras.

Sabes, ahora cientos de años después (o serán solo unas cuantas horas) aun camino por un campo sembrado de dientes de león, buscándote para pedirte ese antídoto del cual muchos han hablado y hasta han perdido la vida tratando de encontrarlo.

Por favor, si regresas a la tierra buscame.

Conoces mi numero y mi dirección.

Aquí te espero...


Texto agregado el 13-09-2009, y leído por 210 visitantes. (0 votos)


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