OCHO CAMPANADAS
Ayer el viento mató mi dragón de nube...
Se lo llevó alto, muy alto casi a las estrellas.
Ayer el viento me formó un castillo...
Grande, inmenso con pedazos de nubarrones que
corrían por el cielo.
Llegó con los pasos de la noche.
Pisando despacio entre sombras y luceros.
En el aire... Su risa burló al silencio.
En la sala... Un árbol se cundió de regalos.
Jo – jo – jo, se balanceaban las horas en el péndulo de un viejo reloj.
¡Llegaba la Navidad!
Una pijama de verdes duendecillos corrían hacia el portal.
¡Mami mira lo que Santa me trajo!
Y el sonido de un tren y animales de granja se oían por la sala.
-Carlos...
-Si mamá.
-¿Qué es lo que más te gusta de la Navidad?
-Los regalos que me trae Santa mami.
-¿Quieres escuchar una historia?
-Sí, sí...
-Esta historia me la contó tu abuela en una noche de Navidad cuando yo tenía casi tu misma edad.
La voz de la mujer se paseó sin ruido por la sala...
Una tarde sentado en el infinito Dios contemplaba su creación.
La belleza se cernía sobre el universo eterno. Un universo puro en su estado espiritual.
Cada cosa, cada ser estaba ahí, en su forma perfecta antes de existir.
Un mar cristalino de buenos sentimientos invitaba a navegar.
En sus orillas se formaron grupos. Grandes barcas se alistaron para partir.
Seres escogidos fueron asignados como guías de cada embarcación.
Sería una tarde apacible navegando entre bellos pensamientos.
Los más pequeños primero – dijo suavemente una voz.
Y en una barca en forma de sueños los jóvenes espíritus empezaron a acomodarse.
Uno a uno fueron llenando el infinito de aquel espacio.
Se acomodaban según el tiempo que tenían de creados,
los de un segundo,
los de un minuto,
los de horas,
los de días,
los de meses,
los de años...
¡Sonaron campanas! Una campanada por cada grupo de años que entraba. ¡Ocho en total!
Suficiente – exclamó la voz – y se sentó el último espíritu de ocho años.
La embarcación se meció entre sentimientos de amor, de paz de alegría, y partiendo a cargo de un ser celestial se perdió entre una bruma de estrellas.
Su guía: Santa...
Tras de ellos muchas barcas se adentraban en aquel mar de sentimientos.
En las alturas el Señor sonreía, bañando con su faz a sus amadas criaturas.
¡Nacía el universo! Y por ende, nuestro mundo en su forma material.
Corría la vida en su evolución y espacio.
En el cielo una estrella... En la Tierra un pesebre, unos magos, los pastores y el niño Jesús que llegaba.
Seres de la primera barca nacían sobre la Tierra. Y aquel que los había guiado en su primer viaje, los seguía visitando cada época de Navidad, con regalos, con obsequios, con amor...
¡Siempre! A cada uno de ellos durante sus primeras ocho campanadas de vida terrenal.
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