La puedo oir… se dijo para sus adentros, tan solo un instante después la brisa vertía un rumor sobre su piel reseca de sentires, humectándola. Observó por la ventana, niños jugando en la plaza bajo un sol que tantas veces le había parecido ajeno… hasta ahora.
Sorbió una vez más el tibio café, sus labios rozaron el borde, las manos asían juntas el contorno caliente como rezando una plegaria, de pronto, mientras un cigarrillo llenaba el vacío de espíritu gris, sus ojos se iluminaron un instante, sonrió descubriendo una actitud cómplice consigo misma.
Ese día no era uno más, no, no uno más, (never more... never more, sweet little things). Iba a ser sí el primero de muchos más que la impulsaran hacia donde la guiaran sus pies de abeja. (Tom… Tom Bigbee… sleep with buttlerflies).
Colocó la taza sobre la superficie que la aguardaba… y hacía esto como su alma esperaba un rocío que se instale una vez más en sus entrañas, vertiendo la frescura de los años que vendrían.
Se incorporó, la lustrada madera rozaba aterciopeladamente sus dedos, despidiéndolos. Tomó lo que le pertenecía durante los días que se sucedían uno tras otro y salió a la realidad pero siendo otra, diferente, renovada.
Su piel… abrigaba la más hermosa de las sinfonías.
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