Bebiendo conocí a un liliputiense.
Tras una larga noche de fiesta me perdí en un bosque. Entre los litros de vodka, las incontables cervezas y los ya no se cuantos vasitos de tequila, terminé en medio de la nada. Solo había árboles. Me senté en un tronco y me dispuse a dormir. En mi sueño sentía un suave quejido, un chillido mínimo. Entre cosa y cosa desperté, mi vejiga lo suplicaba. Recordé que estaba en el bosque y, diablos, no hay baños. Pensé ir a lo natural hasta que olvidé todo. Sentí el mismo chillido del sueño, pero que venía de un arbusto. Me acerqué a él y busqué entre sus ramas, no muy bien puesto tenía un dolor de cabeza de aquellos y aun algo mareada.
Recordé que tenía que ir al baño y tenía sed, detesto cuan desordenada funciona la mente tras esas noches. Revisé mi mochila. No tengo idea por qué tenía una mochila, ni por qué estaba ahí perdida. La cosa es que en la mochila tenía una botella de un licor extraño. Peor es nada, siempre digo yo. Tomé unos sorbos, era dulce y fuerte. No era mío, de seguro. Volví a oír el ruidillo molesto. Me acordé del arbusto y vuelvo a revisar.
De rodillas junto al asunto, ni se qué arbusto era, encontré a un maravilloso ser. Era un liliputiense! No se cómo pasó. La cosa es que tenía a la criaturilla en la mano, que parece había estado en las mismas que yo la noche anterior, que temblaba y su nariz estaba muy roja. Me miró y pegó otra vez el chillido, pero como estaba cerca me molestó. Cállate, susurré. En parte tenía miedo que fuese una alucinación y que me creyesen loca, en parte por miedo al resto de las hordas de mini-personas.
La cosilla que se movía sin cesar en mi mano dijo, hip. Tenía hipo y yo no pude contener la risa. Esta cosilla de seguro bebió un dedal y ya se estaba muriendo. No digo que yo beba demasiado, ni que beber mucho sea bueno…. pero es que un dedal mataría a cualquiera de estos seres. La cosa es que me miró y me dijo en un inglés muy anticuado que se llamaba Ian y preguntó mi nombre. Lo dejé sentado en mi mochila y le respondí. Me preguntó con unos ojos muy curiosos si era una diosa venía de lejanas tierras. De nuevo ataque de risa. Creo que perdí el aire y no podía parar, me pregunté si me habían dado algo más anoche. Cuando el aire volvió a mi persona, la criaturilla me miraba con la misma cara embobada. No, dije con tono más bien melancólico, no soy una diosa ni tampoco existen. Preguntó como un niño chico si acaso había un solo dios. Le respondí con mi típica respuesta, quién sabe….
La criaturilla comenzó, entonces a narrarme una historia que yo creía de niños. Era sobre un naufrago que llegó a su tierra para salvarlos de la guerra con sus vecinos. Yo lo mire y me dije, había algo raro en la bebida…. pero qué más da. Hay que disfrutar esta locura. Lo escuché atenta y me dormí.
Al otro día estaba en mi cama, con una resaca de los mil demonios, pensando en la criaturilla, en dios y en ese bosque. Sentí algo tibio entre mis piernas y solo reaccioné a mirar. Estaba mi perro dormido y babeándome. Me levanté y vi el caos en mi casa, aun quedaban unos borrachos rezagados tomándose cada botella de mi bar y muertos de la risa. Fue un sueño, me dije y fui a la cocina. Un vaso de agua y veo un minúsculo zapatito tirado.
Gentes, grité, por qué hay un minúsculo zapato en mi cocina, ¿¿¡¡quién tiene problemas con el tamaño de sus pies!!??. Llega uno corriendo y me dice, es que anoche fuimos a un bosque y pillamos a una criatura enana, respondió el más compuestito. Fui a ver y encontré al grupo de tarados mirando un juguete y el libro de Jonathan Swift tirado. De seguro lo leyeron y soñé todas esas cosas… Admito que jamás olvidé el día en que conocí a Ian, el liliputiense de 15 centímetros.
Las cosas que hace tomar, escuchar un cuento e irse a dormir….
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