Punto uno:

Puesto que virtudes entendidas por valores significan un producto improducible, una meta inalcanzable, una idea inimaginable, un concepto indefinible; una vida dedicada al -dolor, fracaso?- se nos presenta, un camino seguiremos sin importar consecuencias; nos movilizamos en un mundo (cuyos único rieles reales son los no impositores de un modo de cómo hacernos, de cómo dirigirnos) organizado y fundamentado en la razón argumentativa que sólo inventa, como hemos dicho, "algos" "inexistentes".

Punto dos:

Que miremos lo inexistente como existente ¿Significa algo? De la creación ¿Qué podemos decir?
Cuando observamos un cuadro, oímos música, ponemos nuestra atención en una película, leemos un libro, muchas son las sensaciones que embriagan nuestras existencias, y nos vamos muy a menudo intuyendo, trabajando en nuevos pensamientos irreprimibles; satisfactorios nudos impredecibles nos colocamos a desamarrar sin querer nunca llegar a conclusiones inalterables. En otras palabras, dejamos que eso que no era real, afecte nuestro actuar que sí es verdadero. Esto siempre conscientes de lo ocurrido, de haber presenciado una invención.
Cuando no nos percatamos de que estamos creando, cuando creemos que la poesía no lo es todo, cuando empezaron la críticas al delirio, y continuamos el poema agarrándolo como verdad, entonces nuestra actitud, siempre deformada, la creemos encajonada en una forma única, acatando, de este modo, a un poema olvidado.

Punto tres:

Toda realidad es poesía des-interpretada, poesía modelada.
El problema no es la poesía, sino su adoctrinamiento. El pretender algo único de virtudes pensadas como valores, el creer en el amor, en la verdad, en la nada, en el todo, en la vida, en la muerte, en la mentira como objetos espirituales inmutables, ideales a alcanzar, nos remite a la acción en un sentido que debemos realizar sin pensar ni cuestionar ni aceptar la poesía como un objeto indefinible.
Esto nos traslada a un momento en que decimos que existe un sufrimiento, que queremos evitarlo situándonos en la felicidad, la cual conseguiremos a un costo de cualquier dolor. Sufriendo dejaremos de sufrir. Llorando sonreiremos. Dislocados cada uno en nuestro puesto articulamos las palabras cotidianas de un momento jamás acontecido.

Punto cuatro:

Esto nos traslada, en efecto, a la direccionalización de lo no-direccionable. Pero no-direccionable no significa reviente inminente ante tanta imposición. No-direccionable direccionado nos vincula de inmediato con lo que algún pensador pudo llamar "UN ERROR: LA TRANSVALORACIÓN DE TODOS LOS VALORES". Y coligamos también con la idea de que un error es superable por algo supra-actual, algo no-real, algo improductible, algo no definible, algo poético. No nos vamos a UNA VERDAD ¿A qué nos vamos?
He aquí que nos comienza el dolor estomacal... porque, si lo que supera al equívoco no es una certeza acordable ¿Es entonces, un vacío? ¿Es acaso otro error? ¿Un error más sofisticado?