Pétalos, tules de niña,
sensual y frágil,
rulos de hebras
de su tímido pubis
asoman
curiosos.
Alegre al mediodía,
tensa
de melancolía,
en franjas de sol
tardías
sueña con estelas
marinas.
Pureza madura
que es ilusión.
Lo mira de reojo,
turbada
por el desconcierto.
No cree ni piensa.
Pero el sol es él.
Pelo rubio,
mechón de poeta,
piernas corvas…
Se alarma, sonríe,
el chico la mira
y muere
el rojo vivo.
Desbordan las sábanas
rubor ardiente.
Sedienta,
goza de un éxtasis
desconocido…
Ligera, suavemente,
entre quejidos
de plumas.
Estupor extraño,
lágrimas de seda.
Ven Tormenta,
calienta mis pies
y guarda mi secreto:
Tengo tibio el corazón.
Corolas trémulas
dibujan aquella
imagen.
¿Es la felicidad?,
ponle tú el nombre
mi fiel
Tormenta.
El alma trepa
y se desboca en
tropos
de ensueño.
Pavor sumiso,
tensión fascinante.
Ven Tormenta…
compañera,
licor de cerezas.
Quédate aquí.
Quiero acariciarte
el morro. Quiero
acariciar…
Quiero…
Hoy he bajado
la vista,
pero sé
que lo he mirado.
No te alarmes.
Aún tú eres,
mi cielo.
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