--Lo lamento, no puedo seguir.
--¿Estás segura? ¿Es tu decisión?
--Es definitivo.
--¿Y todas nuestra ilusiones... Todas nuestras esperanzas, nuestros proyectos?
--Aurora, no lo hagas más difícil... Se terminó.
--¿Así nadamás, después de dos años?
--Aurora.
Tras un momento de silencio sin mirarse a los ojos, instantes de tensión, Patricia se vio sola. Se tumbó en el sofá, encendió un cigarrillo y se quedó mirando el humo que se dispersaba hasta perderse entre la penumbra del salón.
Una semana después
El auto rojo corría sobre la carretera que se extendía hasta el horizonte como una línea sin fin. Llevaba la capota abierta. Se prodigaban los reflejos que produce la intensa luz del sol cayendo a plomo. Patricia fijó su mirada en un anuncio a la vera del camino:
Restaurante a dos kilómetros
Minutos más tarde, Una mesera asentaba frente a la joven mujer de ondulada y castaña cabellera un plato con enorme hamburguesa, patatas fritas y además un vaso conteniendo chisporroteante Coca Cola. Nostálgico tema country se percibía en el ambiente: el piano de Norah Jones y la guitarra eléctrica de Bonnie Raitt, quienes cantaban a dúo Tennessee Waltz.
--¿Cuánto me falta para llegar al rancho San Esteban?
--No mucho, media hora, tal vez un poco más. ¿Es el fin de su camino?
--En realidad sólo es una referencia, allí debo tomar una desviación a la izquierda para llegar a San Gabriel el Alto, si estoy en lo correcto.
--Sí, está en lo correcto, pero aún le falta un buen tiempo en la carretera.
--Ya lo creo, por lo que me han dicho.
--Perdone que me entrometa, pero ¿conoce esa desviación?
--No.
--En ese caso le aconsejo que mejor vaya al pueblo, está a tres kilómetros de aquí, a la entrada hay un motel, allí podría descansar en una buena cama y mañana seguir su camino.
--¿Puedo saber por qué la recomendación si hoy mismo pudiera llegar a mi destino?
--Conozco esa desviación que debe tomar y no me aventuraría a meterme en ella a estas horas. Está en muy malas condiciones, no me equivoco si le digo que la noche llegaría antes que usted a San Gabriel. Además, noté que su auto es un deportivo muy bajo de chasis. En el pueblo encontraría a más de una persona dispuesta a rentarle una camioneta propia para esas condiciones.
--Qué panorama tan tétrico me pinta.
--Así es esta región, inhóspita para quien no está acostumbrado. Yo sólo le hago ver lo que encontrará, pero la decisión es suya.
--Entonces ¿usted no seguiría hoy?
--Ni siquiera lo pensaría.
--Creo que me ha convencido.
Una hora más tarde se refrescaba bajo la ducha; mientras sentía la fría sensación del agua corriendo por su piel dejó volar la imaginación: ya no era el agua, sino unas manos suaves las que acariciaban cada recoveco de su cuerpo.
Terminó de instalarse. La tarde caía. Afuera, el calor era sofocante. Dentro de la cómoda habitación del motel sólo se escuchaba, a lo lejos, el paso de algún vehículo con la prisa de alguien por llegar a su destino, además del susurro del acondicionador de aire.
Desempacó su laptop, la encendió y comprobó con alegría que en tan apartado lugar tenía cobertura su compañía de Internet remoto. Un “click” en Messenger y luego en Hotmail. Encontró un e-mail que enseguida llamó su atención. Lo abrió.
“Patricia, ignoro si estás segura de lo que estás haciendo, nada me complacería más que saber que has cambiado de opinión. Has tenido tiempo para meditar, tiempo para valorar las cosas, sabes que respetaré lo que tú decidas, pero también sabes que yo no abandono tan fácilmente mis proyectos, mis ilusiones. Me daré tiempo para esperar tu respuesta, después, si no lo hicieres, entenderé que todo terminó: Aurora.”
Patricia meditó unos momentos con la mirada perdida, trasladó el cursor hasta “Eliminar” y dio un “click”.
Continuará la próxima semana.
*En Cancún, costa mexicana del Caribe.
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