Canción vieja, bienaventurada tertulia dijimos entre los vasos lánguidos, escasos de verdad, escasos de bebida, siempre fulminante, siempre precisa. Miramos la ventana por la que pasa el porvenir, por la que pasa siempre el primer rayo del sol, ese que con su fuerza atroz destruye la obscuridad, destruye el desamor.
Luz de la razón, deja ver a estos ojos tristes, cansados de mirar falacias, de mirar dolor, de mirar sufrimiento, de mirar el andar de este dios raquítico muerto antes de cerrar los ojos, de mirar adentro, de sentir el frio desconsuelo de buscar amor.
Procesión de ausentes por donde pasa mi cuerpo, un montón de tierra, un montón de sueños, suntuosa ausencia de los cuerpos, benévola secuencia de recuerdos, mentes pasajeras que buscan un lugar, una esquina un espacio donde sirvan ginebra fría, donde vibren sus pupilas donde brinden por sus vidas. Un lugar hermoso vacio de almas vacías, puro, perfecto, dejado del bien y el mal, donde dios y demonio coexistan, en donde no perdure la obscuridad y en donde el sol no se oculte jamás.
Muerte, alivio de muchos, fortuna de pocos, sustento de los desgraciados, madre de todos. Luz, ultimo rayo del sol, ultima sombra de la ultima noche, ultimo beso frio, pálido, inconsciente, muerte de la razón exasperada, tributo a un ente exánime que recibe la mayor muestra de cariño.
Bebimos de tus jugos dulce fruto de la vida dulce, con risas, miradas y mentiras, retomando el largo y cruel camino hacia la gloria. Cuerpo enfermo alivia con tu muerte el desconsuelo, sálvate de la tristeza que te agobia, sálvate de la soledad que perdura en tu corazón y de la inmensa angustia que aqueja y mancha las ventanas de tu alma. Quédate en silencio, escucha la última tonada de las flores, el último canto de los vientos y la última carcajada de la muerte que te espera entre sus brazos, tierna, impávida y secreta.