Violeta Klarol

Tus padres Mar y Tierra, naciste en cuna adornada de oro, vestida de lino fino, y tú peine de cristal con cerdas muy finitas, que apenas rozaban un poco tu cabeza, un angelito hecho humano, ellos te esperaban muy anhelosos e ilusionados.

Desde antes de nacer, discutían como seria tu aspecto, si serias rubia o trigueña, si los ojos serian claros u oscuros. Pero eres la fusión pulcra, hasta los ser alados alaban tu rostro de espíritu viviente.

Un día papá y mamá, decidían tu profesión. Mar quería que fueses escritora, ingeniera o presidenta de la nación, y Tierra quería, una música muy famosa que rompiera los ventanales de la casa, con sus vibratos, al cantar o al interpretar algún instrumento, o tal vez, una poeta soñadora, pero al final llegaron a un acuerdo. Que serias tú, quien escogeria tu vocación. Tendrías todo su apoyo.

Pero al nuevo papá, ya le preocupaba que iba a hacer, con los príncipes que te rondaran.

Él era posesivo y celoso con sus tesoros. Al borde del colapso, Mar murmuraba entre los dientes ¡no será cualquier aparecido el que corteje mi heredera, no señor…!

Y la hermosa tierra, en una esquina de aquella habitación, lo veía caminar de aquí para allá y de allá para acá, y se daba un banquete de uñas para no carcajear y no aumentar la furia del poeta.

Él se halaba su cabellera larga y rubia, y refunfuñaba sin parar. Hasta que cayó en cuenta que su esposa estaba ahí con él y que lo miraba atenta, sonriente, diciéndole con los ojos, mi amor cálmate, ven y siéntate un poco.

Ellos se comunicaban, por medio de miradas, estaban tan compenetrados que sabían lo que quería el uno del otro.

¡Exclamo la Doña! “Violeta no tiene, ni su primer diente, no se puede para todavía, no tiene cabello, apenas balbucea y te adelantas como quince años en el futuro y sufres imaginando cosas que aun no hemos vivido”

Eres un hombre sensato, piensa. Deja que trascurra el tiempo, con el paso que debe llevar.
La tierra le pasaba las manos por sus ojos y con un beso lo tranquilizó, como siempre lo hacía.

Mar la tomó por la espalda, y se le ocurrió una grandiosa idea. Le habló en su oído en un tono muy bajo, lo mejor es que le demos un hermanito a la bebe.

“Mi niña no puede estar sola, necesita compañía”

Vociferaba: ¡Yo Mar Del Sur, moriría de infarto a la hora de dar permisos, para las fiestas, ni loco dejaría ir a violeta sola a ninguna parte, con esta humanidad tan perturbada, bailoteando esa música de maniáticos y con esa ropa de moda, tan adherida a la piel.

Y bajando la cabeza miro a su mujer, que estaba sentada en el piso y le dijo, yo no quiero amargar su juventud, tú y yo, ya vivimos. Solo quiero protegerla.

La señora Tierra que estaba callada, lo abrazo amorosamente, y contestándole “SI AMOR” te entiendo le daremos a Violeta una compañía, para que juegue, y disfrute su vida contenta. Mis hijos tienen un padre maravilloso y yo a tu lado me siento más que mujer, soy fuego, me haces temblar.

Esa noche Mar y Tierra se unieron para darle otra estrella al universo.

Que felices estaban aquellos personajes, sumergidos en pasión cuando se unían en un solo pulsar. Ese cuarto estaba saturado de las caricias más conmovedoras, dulces y sinceras, que se han podido dar en la vida dos seres que se aman.

(seje)