Llego él, que es el que amo, se vistió de fresca hombría,
se arropo de lunas y gotas de rocío.

Su presencia lastima y sorprende.
El eclipse nocturno se detuvo en silencio.

El viento fuerte calló su ondular silbido y
solo cantó la nostalgia desvanecida.

El susurro de la noche perdió su paz.
Nadie salió al llano maduro del dolor.

Sus fantasmas persiguieron su sombra
en medio del terror gritó mi nombre.

Cayó la sombra pesadamente en mi rosal,
mis ventanas cerraron su boca al ruiseñor.

Y llegó el tiempo montado en su corcel de fuego,
se reflejo en mi alma ese brillo lejano de sus ojos de cielo.

Es tan profundo el calor que acontece la aurora en su mirada de mar.

Y sobre el lago azul, con rabiosos colores de verdes,
la golondrina parte a vivir su libertad a donde terminan
las hojas que caen
en la oscuridad de una gota de luz.


MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.