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Inicio / Cuenteros Locales / duendi8320 / La musa dormida

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Cuando la conocí no lo sabía. Ella era una musa dormida, ni tan siquiera pisaba el suelo de etérea y volátil que era. Me quedé prendada de la profundidad de sus ojos, de la ternura de sus manos aladas, de la dulzura de sus labios mudos, casi desde el primer instante en que pronunció mi nombre. Como si de un mantra se tratase, lo recitaba lenta y sosegadamente, invocando a algún dios de la vida que bendijera aquella unión de almas que se presentía.
Ella era el mar inmenso y yo la arena volátil, que espera pacientemente la legada de una marea que calme la quietud de sus largos días. Mi musa llegaba a mí acercándose poco a poco, imperceptiblemente. Conquistaba cada vez algo más profundo en mi, para luego alejarse con cambio de luna. Iba abarcando, adueñándose de todo mi ser sin que yo tomara conciencia de ello. Como el mar sube y toma la playa con la marea alta, tan lentamente pero con tanta fuerza y seguridad, ella tomó mi alma entre sus manos y la hizo parte de sí misma.
Yo me dejaba mecer entre sus brazos como en el arrullo del vaivén de las olas. Y así, casi sin darle mayor importancia, me fui fundiendo en ella como lo más natural. Era algo tan sincero y de verdad que no existían preguntas ni miedos, no cabía pensar en un fin ni un comienzo establecido. Me deshice en sus manos dulce y tranquilamente, como un muñeco de sal en el abrazo inmenso del mar.
Desde entonces todas las noches son infinitas y ambas bailamos al son de los influjos de la luna. En un eterno vals de olas mecemos juntas el mundo, arrullando a quienes se acercan en este gran amor.

Texto agregado el 08-09-2009, y leído por 366 visitantes. (2 votos)


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