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Una de las consecuencias más apasionantes de la llamada “Mecánica Cuántica”, era la posibilidad de la existencia de Universos paralelos. Cuando lo que se denominó un Objeto cuántico, como un electrón, era sometido al sencillo experimento de la “Doble ranura”, en el que debía decidir por cuál de ellas pasar, aparentemente pasaba por las dos al mismo tiempo. La “Mecánica Cuántica” explicó el fenómeno postulando que, cada vez que un Objeto cuántico se enfrentaba a una elección, el Universo se dividía para que el objeto pudiera escoger ambas alternativas simultáneamente. El Universo sería entonces la superposición simultanea e independiente de un número infinito de Universos paralelos, cuya diferencia podía ser incluso un solo hecho, y que tomados en conjunto, contendrían todas las posibilidades (algunos teólogos llamaron a este conjunto total, la Certeza). De esta forma, existiría un universo en el que un hombre moría, otro en el que estaba vivo, y otro en donde nunca había nacido. Estos universos, que contenían todas las posibles existencias de todos los hombres, existían simultáneamente; entonces, en el mismo instante, un mismo hombre nacía, se casaba y moría. Ingenioso.

En una obra llamada “La biblioteca de Babel”, el escritor Jorge Luis Borges, de Argentina, compara al Universo con una biblioteca compuesta por un número indefinido y tal vez infinito de galerías hexagonales. Dicha biblioteca era total: contenía todos los libros en todos los idiomas posibles; algunos de los cuales podían diferenciarse en una sola letra. ¿Coincidencia?

En “El jardín de los senderos que se bifurcan”, Borges dice que cada vez que un hombre se enfrenta a varias alternativas, opta por una y elimina las otras. Y luego, menciona una obra —escrita dentro de la misma ficción— en donde un autor permite a sus personajes optar por todas las opciones, simultáneamente, creando así infinitas series de tiempos divergentes, convergentes y paralelos, que abarca todas la posibilidades. ¿Otra coincidencia?

Una objeción elemental a la Teoría de los Universos paralelos, fue que, de ser cierta, el Universo se habría estado haciendo masivo, ya que cada bifurcación duplicaría su infinita masa. Esto sólo podría terminar en que la densidad del Universo se haría infinita, ya que la materia ocuparía cada rincón del espacio; luego, esa masa infinita, por acción de las fuerzas de su propia gravedad, colapsaría sobre sí misma; hasta que, al haber nuevamente espacio en el Universo, y tener en consecuencia dónde expandirse, explotaría. Esto fue, como se recuerda, el núcleo de la llamada “Teoría de la Gran Explosión o Big Bang”. Luego, el Universo empezaría a dividirse y expandirse hasta ocupar todo el espacio disponible, y bla bla bla, vuelta a empezar. Ingenioso.

Lógicamente, suponer que el Universo se comportaba de esa forma era delirante. La materia no puede crearse espontáneamente, así que, para que fueran ciertos, los Universos paralelos no podían ser físicos. Una curiosa refutación fue que los Universos paralelos eran Universos metafísicos, y que un solo hombre contenía la existencia de todos los Hombres; un solo hombre era a la vez él, su pasado y su futuro; su padre, madre, hermanos, ascendientes y descendientes; un mismo hombre era la víctima y el asesino, el traidor y el redentor; un solo hombre era todos los Hombres; un solo hombre era, no sólo toda la Humanidad, sino toda posible Humanidad. Ingenioso.

En “Tres versiones de Judas”, Borges afirma que cuando el llamado Jesús en las tradiciones cristianas, se hizo mortal, un hombre, en representación de todos los Hombres, hizo un sacrificio equivalente: se hizo traidor. Debe recordarse que el llamado Judas es, en las mismas tradiciones cristianas, quien entregó a Jesús a sus perseguidores. Dejando de lado las cuestiones místicas, podemos preguntarnos: ¿Puede un sólo hombre representar a todos los Hombres? ¿La falta o virtud de uno, es la falta o virtud de todos? Si eso fuera así, entonces, un solo hombre sería todos los Hombres. ¿Una nueva coincidencia?

Puede ser, ya que no podemos negar que Borges era un hombre muy culto, y que es muy posible que siguiera con interés la aparición de nuevas teorías científicas, en busca de materia prima para sus relatos. Sólo que hay un detalle: Borges escribió esos relatos en la primera mitad del siglo veinte, mucho antes de que estas teorías fueran formuladas en sus versiones finales. No podía conocerlas. Un anacronismo.

Eso fue lo que nos hizo confirmar nuestras sospechas sobre Borges. Otros evadidos fueron más fáciles de localizar. Individuos como Rosen, Einstein, Heisenberg, Plank, Hawkins o Bohr, cuyo deficiente conocimiento de la “Teoría del Universo” los llevó a contaminar el Pasado con teorías de la relatividad, mecánicas cuánticas, bingbangs, universos paralelos y agujeros de gusano; teorías cuya falsedad, la ciencia se ha encargado de demostrar en estos últimos siglos, y que ahora sólo son estudiadas por los Arqueólogos Criminales, que examinan cuidadosamente la Historia en busca de cosas fuera de lugar. Pero Borges fue más sutil.

No quiso premios ni reconocimientos científicos, ni el cartel de visionario, como muchos otros; se escondió tras la fachada de la Literatura Fantástica, donde sus conocimientos sobre teorías físicas arcaicas le permitieron escribir algunos cuentos notables, disimulados entre muchas otras ficciones tradicionales. Si toda su obra hubiera tenido una línea dominante, como la de Verne o Asimov, lo habríamos descubierto fácilmente. Borges fue muy sutil; y sólo pudimos descubrirlo gracias al chico nuevo, que tiene un gran talento para encontrar anacronismos, pero sobre todo, una gran afición a la Literatura Antigua. En la sustentación del Expediente Borges, dice que lo que inicialmente llamó su atención, fue encontrarse con la descripción minuciosa de un juguete tan difundido como la “Bola de Strunz”, descrita como un objeto fantástico y camuflada con un nombre críptico: aleph.

Todos los días aparecen nuevos anacronismos. El “Principio de la Causalidad Invariante”, uno de los postulados de la “Teoría del Universo”, impide que las acciones de los evadidos distorsionen el Presente. Sin embargo, esta circunstancia no debe ser considerada un atenuante. La transgresión de la Ley debe ser castigada, sin importar el tiempo. Una negligencia en ese sentido, sólo alentaría el flujo de evadidos hacia el Pasado.

El análisis de la totalidad de la obra de Borges debe permitirnos ubicar más evadidos. En este caso, las evidencias indican que hay que buscarlos entre los llamados filósofos, un grupo que hasta ahora habíamos considerado inocuo. Ya hemos tenido éxito localizando a uno; ingenuamente, Borges lo delata en una de sus obras, con su nombre verdadero: Averroes. El secuenciamiento de su Línea temporal, que nos indicará el momento más adecuado para removerlo sin causar mayor alteración en su contemporaneidad inmediata, está en proceso. Generalmente, es un momento cercano a la muerte del evadido.

Muchos evadidos han sido ubicados utilizando este método. El análisis de la obra de los físicos relativistas y cuánticos, por ejemplo, proporcionó varias decenas de nombres; una vez separados los creadores de una teoría apócrifa de los meros seguidores, quedaron unos veinte. Todos fueron secuenciados, capturados y traídos de vuelta, y ya no causarán problemas. Y hasta es divertido irlos a buscar. Ahora vamos a ir por Borges, a una ciudad llamada Buenos Aires, en el siglo veinte. Preferimos que la distorsión, inevitable en la contemporaneidad inmediata, se produzca allí, y no en la antigua Ginebra. Aparentemente, será un trabajo sencillo: después de todo, ¿cómo podría evadirnos un cieguito?

Texto agregado el 07-09-2009, y leído por 306 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-10-2009 Una estupenda crónica futurista. justine
07-09-2009 Deliciosa empanada mental, me encanta como escribes y como puedes dar coherencia a lo incoherente. Te felicito. olavera
07-09-2009 Muy buen trabajo, es una análisis concreto, profundo y a la vez sencillo de leer. marfunebrero
 
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