LA DAMA DE SHALLOT
La isla de Shallot encierra un misterio. Está en medio del río, aguas arriba de la ciudad de Camelot, la de las mil torres, la del rey Arturo, la de los caballeros de la Mesa Redonda. Es el misterio de Hellen, “The Lady of Shallot”.
En la orilla blanquean los sauces, y el viento mece los lirios junto a la morada de la dama de Shallot. Nadie la ha visto nunca, no sale de su torre, no se asoma a su mirador. Solo los labradores, cuando siegan la cebada, escuchan su voz desde la otra orilla. La dama canta tristes melodías mientras teje un tapiz. Ella pasa al telar los alegres colores del mundo que ve reflejado en su espejo: Los campos, los segadores, el río, y a lo lejos las almenas de Camelot. Sombras, sólo sombras, reflejos, sólo reflejos. Una maldición pesa sobre ella, pues ha de morir el día que renuncie al espejo y contemple el mundo exterior directamente. Y ella va enfermando de sombras y reflejos, mientras teme y desea al mismo tiempo su sino inexorable.
Un día vio en su espejo al caballero Lanzarote, que cabalgaba junto al río. Brillaba la luz sobre la armadura, y bajo el yelmo de plata asomaban los rizos oscuros de su cabellera. Y ella quedó prendada de la hermosa visión. Por la ventana abierta llegó a sus oídos la dulce balada de amor desde los labios del hombre.
La dama abandonó su cuidado, se dejó seducir, se olvidó del hechizo, dejó el telar… y miró por primera vez el mundo exterior sin la ayuda del espejo. Vio los lirios en flor, vio a su caballero luciendo la armadura plateada y el penacho granate. Voló su tapiz por la ventana, y el espejo se rajó de parte a parte. Un gran dolor le atenazó la garganta. "La maldición ha caído sobre mí", gritó la Dama de Shalott. El cielo cambió de color, el aire ligero que agitaba los álamos se volvió vendaval y nubes bajas cubrieron el horizonte, ensombreciendo las almenas de Camelot.
Bajó a la orilla y encontró un bote flotando en el río bajo un sauce, y junto a la proa escribió su nombre, la Dama de Shallot. Y cuando terminaba el día, soltó la amarra y se dejó llevar, vestida de blanco, su cabello flotando suelto a un lado y otro. Y mientras la barca ondulaba entre campos y lomas de sauces, se le oyó cantar una tonada lúgubre, mientras su sangre se helaba poco a poco. Antes de llegar a Camelot murió cantando su canción. Junto a las torres, los muros ajardinados y los adarves, su cuerpo flotaba resplandeciente. Salieron todos a verla desde los muelles. ¿Quién es ella? ¿Qué ha pasado? Y se santiguaron piadosamente. Sólo Lanzarote meditó un momento y dijo: "Es la bellísima Dama de Shallot, que Dios en su bondad se apiade de ella".
Esta antigua leyenda ha servido de inspiración a numerosos artistas, como poetas, pintores, músicos. Es muy conocido el poema de Alfred Tennyson (1809-1892), que escribió en 1843. La cantante Loreena McKennitt, con la letra de ese poema, compuso una extraordinaria balada que se incluye se su álbum “The visit (1991).
Pero me interesa destacar cómo ha sido recreado el tema en la pintura, concretamente por los pintores pre-rafaelistas. William Waterhouse realizó una trilogía excelente: "La Dama de Shallot" (1888), "Mirando a Lanzarote" (1894), y "Estoy medio enferma de sombras" (1915). Separados en el tiempo, y con diferencias de estilo que reflejan la evolución del pintor, los tres cuadros plasman los instantes relevantes de la leyenda. Curiosamente, Waterhouse los pintó en orden inverso al de la narración, por lo que comentaré primeramente el que pintó en último lugar.
En el cuadro “Estoy medio enferma de sombras”, Waterhouse pinta a la Dama delante de su tapiz y vestida de rojo. A su lado está el espejo por el que puede verse el río, las murallas de Camelot y una pareja de enamorados. Sobre un puente cruza Lanzarote a caballo, con su penacho rojo. La Dama tiene ambas manos detrás de la nuca, en actitud de desperezarse. El pintor crea una atmósfera de laxitud y sensualidad que se interpreta como el resultado del cansancio de la Dama por una condena para la que no tiene explicación, y que la obliga a vivir alejada del mundo y del amor.
El segundo cuadro, “Mirando a Lanzarote”, representa a la Dama cuando decide observar directamente el mundo exterior y se desencadena la maldición. Sus ojos nos miran directamente, llenos de presentimiento fatal. En el espejo roto, a su espalda, se ve pasar el yelmo de Lanzarote. La figura de la joven está atrapada en varios círculos, el de la luz de la ventana que recibe de frente, el del espejo detrás de ella y el de los hilos del telar que se enredan en sus rodillas. Otros detalles, también circulares, como la silla y el dibujo del mosaico bajo sus pies nos indican también que todo se cierra en torno a ella para aprisionarla en su desventura.
El cuadro final, “La Dama de Shallot”, está cargado de simbolismos tomados de las ceremonias funerarias. La Dama en la barca convertida en flotante catafalco, se dirige hacia Camelot, con la aceptación de la muerte como destino. A la esplendidez de su joven figura ataviada de blanco se contrapone la expresión consternada de su rostro.
Otros pintores pre-rafaelistas han tratado el tema. Millais, Hughes, el gran Rosseti y varios más dedicaron algunas de sus pinceladas a la infortunada dama del relato. El movimiento pre-rafaelista concedió un lugar relevante a la figura femenina. En otros artículos de esta columna hemos recordado ya los cuadros dedicados a las ninfas, a Lilith y a Circe. Este grupo de pintores sintió fascinación por los temas medievales y clásicos. Desde un punto de vista estético, el movimiento supone una reacción contra el arte convencional iniciado en el Renacimiento y una vuelta a los estilos y temas de los primitivos italianos y flamencos (antes de Rafael). Es una apuesta por la fantasía, la aventura y la libertad creativa. Al mismo tiempo, el movimiento es un impulso de renovación de las ideas y las costumbres. En la sociedad cerrada y conservadora del XIX, donde la moral victoriana imponía sus códigos opresivos, los jóvenes pintores pre-rafaelistas aportan un aire fresco con su admiración por las figuras no convencionales de la historia y la ficción. Y entre esas figuras se destacan las de mujeres independientes y rebeldes que se no se resignan al papel que les asigna la sociedad. La Dama de Shallot es así convertida en un paradigma de la mujer que transgrede los límites impuestos por una norma arbitraria e incomprensible, aun a riesgo de su misma vida.
El siguiente enlace les llevará a una página que es una monografía sobre el tema de la Dama de Shallot. Ahí encontrarán el poema original de Tennysson y su traducción al castellano, y los cuadros de Waterhouse y los otros pre-rafaelistas con interesantes comentarios.
http://www.lucernario.org/alcalis/antologia/prerrafaelitas/ldds.htm
Alejandro Torres : Altorcan
Madrid – España
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